jueves, 31 de marzo de 2016

Fantasmas.


Los fantasmas no nos ven.

Igual que nosotros no vemos a los fantasmas.

Vivimos en los mismos sitios, eso sí, pero rara vez alguno nos percibe.

Entonces comentan y se preguntan sobre la existencia de nosotros.

A qué vinimos.

Qué les queremos decir.

Cosas así, se preguntan.

A veces, incluso, entre tantas interrogantes, llegan a dudar de su propia existencia.

Y claro, es entonces cuando creemos verlos.

Cuando su existencia en el mundo-sin-nosotros parece ponerse en duda.

Y comenzamos entonces a hacernos preguntas sobre la existencia de ellos.

A qué vinieron.

Qué nos quieren decir.

Cosas así, nos preguntamos.

Todo con tal de permanecer un poco más seguros, en el mundo-sin-ellos.

De vez en cuando, incluso, ocurre que un sonido escuchado en uno de los mundos, repercute, de alguna forma, en el sonido escuchado en el otro mundo.

Una voz.

Un deseo

Cosas sencillas, a fin de cuentas.

Y es que es un alivio no tener pruebas irrefutables sobre la existencia de esos fantasmas.

Y claro… debe ser un alivio también, para ellos.

En mi caso, por ejemplo, observé hoy largamente a uno.

Estaba sentado con una novela gráfica que no alcancé a distinguir.

La terminó en un rato y luego se quedó sentado, mirando en mi dirección.
Recién entonces me di cuenta que yo también tenía un libro en las manos.

Una novela gráfica, más bien, de Daniel Clowes.

En algún lugar, cerca mío, sonaba una música, que nunca he escuchado.

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