martes, 15 de marzo de 2016

Una escena en blanco y negro.


Vimos la película hace varios años.

Una película muda.

Una comedia.

C. se había comprado un proyector y estábamos en el patio de su casa.

Era una comedia breve, poco conocida, de esas en que terminaban todos lanzándose pasteles.

Había otra trama, claro, pero lo principal estuvo en la pelea de pasteles.

Y es que participaban de esa escena al menos cuarenta personas.

Recuerdo que las contamos y que la vimos varias veces, pues estaba filmada en muy pocas tomas.

Y claro… fue en una de esas visiones cuando nos fijamos en un tipo que estaba a un costado, lanzando pasteles.

Un extra simplemente, que participaba de esa escena.

Lo extraño, sin embargo, es que a medida que avanzaba la escena, este personaje era el único que no era manchado por nadie.

Y no es que esquivara o se escondiera, el punto es que nadie parecía verlo, en ese lugar.

Y nadie, por lo tanto, le lanzó ningún pastel.

Ahora bien, puede que en una tv el personaje hubiera pasado inadvertido.

Pero al estar proyectado (y ampliado), nos fue posible fijarnos en este hombre, ignorado por todos los demás.

Fue entonces que, -un tanto borrachos, es cierto-, nos apiadamos de aquel hombre y decidimos hacerlo participar.

V. cortó un plato de cartón y C. trajo de su espuma de afeitar.

Y claro, detuvimos la imagen, proyectada sobre una pared, y arrojamos la torta a la cara proyectada de aquel hombre.

Fue nuestra buena acción de la noche, supongo.

Y es que de verdad sentimos que le habíamos hecho un favor.

Horas después, sin embargo, V. chocó en auto cuando se dirigía a su casa y a C. le robaron el proyector desde el patio de la suya.

Yo, en tanto, extravié una máquina fotográfica con la que había retratado aquel encuentro.

Nunca relacionamos lo sucedido hasta hace unas semanas, en que nos volvimos a juntar, C. comentó que había encontrados la película que vimos en esa oportunidad.

Y sí, debo reconocerlo, estábamos borrachos nuevamente.

Esta vez, eso sí, vimos la película en la tv, y la avanzamos directamente a la guerra de pasteles.

Esta vez, sin embargo, observamos que todos se ensuciaban.

La vimos varias veces y hasta buscamos otras copias en internet.

Encontramos dos versiones más, pero lo cierto es que en ninguna aparecía aquel tipo ignorado.

Fue entonces que C. prometió borrar las copias.

V. se comprometió a no contar lo sucedido.

Y claro, yo prometí no escribir nada sobre aquello.

Y es que puede parecer algo estúpido, pero lo cierto es que el hecho nos asustó bastante.

No sé cuándo volveremos a juntarnos.

Pero claro... ahora veremos qué pasa.

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