miércoles, 13 de abril de 2016

Cucarachas.


Como soy el primero en llegar acostumbro prender las luces.

Entonces salen las cucarachas.

Se ven correr ante la luz hacia los rincones o atrás de algunos muebles.

Yo me quedo mirándolas.

Mientras lo hago, tengo la impresión que no me ven.

Algunas hasta se chocan con mis zapatos, mientras se ocultan.

Ocurre lo mismo todas las mañanas.

Yo me detengo a mirarlas y hasta intento tomar apuntes.

Son más de cien y de distintos tamaños.

No siempre huyen hacia las mismas direcciones.

Por lo general se dirigen hacia donde va la mayoría.

Cosas así observo.

Todas las mañanas.

Apenas enciendo las luces.

Los que llegan más tarde, en cambio, no saben que hay cucarachas.

O tal vez han visto una, alguna vez, pero no ven lo que yo veo.

Se sientan simplemente, y hablan sobre aquello que les preocupa.

Y claro, supongo que a mi manera, yo también hago lo mismo.

Por lo general, cuando llegan, yo ya he desayunado dos veces.

En una mesa, con un libro y con las cucarachas tras los muebles.

Y claro, también lleno el hervidor y de vez en cuando lavo algunas tazas.

Muy pocos se preguntas quién llena el hervidor.

Menos aún se preguntan si existen cucarachas.

No los culpo.

Sinceramente no los culpo.

Si yo mismo incluso veo el amanecer, por el camino, y no me pregunto desde dónde viene el sol.

Me acostumbro a verlo, simplemente, y no lo hago.

Si hasta respiro, siento y percibo… y poco sé de todo aquello.

Sé, sin embargo, que mis palabras tienen menos vida, que la más pequeña de esas cucarachas.

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