martes, 5 de abril de 2016

Langosta.


De vez en cuando ella grita.

Brevemente, claro, mientras duerme.

De día es distinto, por supuesto.

Ni siquiera recuerda qué soñaba.

Él duda, sin embargo, que ella no se acuerde.

Piensa que ella miente.

Que algo oculta.

Que lo engaña.

Me cuenta a mí que lo conozco, y yo no sé qué se dice en estos casos.

Le pregunto por los gritos.

Si hay palabras entre ellos.

O si ella despierta tras lanzarlos.

Y claro, no lo digo, pero estas conversaciones me deprimen.

Sobre todo cuando la palabrita esa aparece y lleva nada debajo.

¿Crees que me ama?, él me pregunta.

Y yo me quedo en silencio.

Y es que nada me dice esa palabra.

Se desespera entonces, simplemente, y cuenta historias.

Y claro, yo aguanto por la culpa.

Porque me acosté con ella hace unos meses y él no se ha enterado

Por otro lado, es cierto, ella grita por las noches.

Se despierta dos o tres veces y abre un poco los ojos.

De todas formas, sus gritos no son del todo normales.

Esa vez, por ejemplo, recuerdo haber pensado que eran gritos de langosta.

Aunque claro… siendo exacto no son gritos.

Sonidos bajos, apenas, que arrojan sus cuerpos mientras hierven.

Algo parecido era el sonido que ella hacía.

Nunca volvimos a acostarnos, por cierto.

Ni comentamos nada del asunto.

Pero claro, han pasado meses desde entonces.

Finalmente, él se siente mal y me pide el sillón para recostarse un rato.

Tras dormirse, lo escuché hacer de pronto el mismo ruido que ella hace.

Cuando despierta él me dice que soñó que era una langosta.

Yo no emito comentario alguno.

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