lunes, 4 de abril de 2016

Pero.


Pero ese día llovió.

Pero no sabía hablar.

Pero tenía miedo.

Pero creí que estaba solo.

Pero me escondí un pozo.

Pero pasaron siete días.

Pero me encontraron los vecinos.

Pero fui a parar al hospital.

Pero nunca contamos esa historia.

Pero crecí y olvidé que era cierto.

Pero guardé una imagen y una piedra.

Pero arrojé la piedra a Dios.

Pero cayó y me golpeó el cráneo.

Pero rellené mi cabeza con ideas.

Pero el conocimiento ensucia la sangre.

Pero me volví frío.

Pero me asusté.

Pero grité palabras que nada decían.

Pero me escondí en la montaña.

Pero me arrojé al mar.

Pero floté hasta que el agua me llevó a la orilla.

Pero amé.

Pero tuve miedo y no vi claro.

Pero el mundo, por supuesto, no giraba en torno a mí.

Paro nadie entendía mis palabras.

Pero era de cierta forma un extranjero.

Pero volví a hacer preguntas.

Pero Dios no se sabía mi nombre.

Pero pensé que venía algo peor.

Pero nunca hubo gusanos.

Pero entonces fue de noche.

Pero llovió también de noche.

Pero algo mínimo aprendí.

Pero acepté el final como un abrazo.

Pero el corazón se detuvo.

Pero no morí.

Pero eso es lo único importante.

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