domingo, 24 de abril de 2016

Saber decir. Saber escuchar. Saber decir.

“Él estaba muerto, yo casi”.


I.

-¿Le echo un poco de whisky a su café?

-Sí, gracias… pero no tan poco.

-¿Cuánto más o menos?

-No sé, como tres o cuatro dedos...

-De acuerdo.

-Ah… y de paso, si todavía no lo armas, no le pongas el café…

-¿Y lo quiere con hielo?

-No, gracias… seco está bien. Ya veremos el segundo…


II.

-Ella alegaba todo el tiempo que yo no sabía escuchar… y sí, puede que sea cierto… no me interesaba escuchar… ¿pero sabes? Eso es solo porque la gente habla lento… como por los lados… sin llegar nunca a lo esencial, a lo importante… ¿a ti no te pasa lo mismo?

-No. A mí me gusta escuchar. O sea…

-Lo que pasa es que a mí me gusta ver… Yo veo y sé, digamos… pero escuchar es mucho tiempo… te pierdes demasiadas cosas… uno puede perder la vida escuchando, sabes… en cambio a veces ver basta, y se pierde menos vida…

-Sí, puede ser…

-No solo puede ser… ES. Dilo así, sin lugar a dudas…

-Sí, creo que tienes razón.

-Claro que sí… ella no lo entendió, pero tú puedes entenderlo, ¿no?…

-Sí, tal vez…

-Eres simpático, sabes… me recuerdas a un ex compañero de colegio… ¿cuál era tu nombre…?

-Roger.

-Pues mira Robert, esto de la vida…

-Roger, disculpa…

-¿Cómo?

-Que mi nombre es Roger.

-Robert, eso dije.

-No: Roger… como Roger Federer.

-¿Y quién mierda es Robert Federer…?


III.

-¡Garzón…!

-Diga.

-Me puede traer otro café, como el de recién…

-Pero es que el anterior…

-No discuta. Otro como el de hace un rato.

-De acuerdo... ¿Algo más?

-Sí. Esta vez tráigalo con hielo.

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