martes, 26 de abril de 2016

Suena el teléfono.


I.

Suena el teléfono.

Existen historias que comienzan así.

Varias historias.

Acá en cambio, no hay historia.

Solo el sonido del teléfono.

Luego no hay sonido.

No hay historia.


II.

Vuelve a sonar el teléfono.

En tres ocasiones vuelve a sonar.

Calculo que cada vez suena aproximadamente dos minutos hasta silenciarse.

Yo prefiero dejarlo así.

Tres veces dos minutos son seis minutos.

Entre una llamada y otra, hay un intervalo de diez.

Pero claro… sin historia los números poco significan.

Nada, incluso, significan.


III.

No debo explicarme, pero lo hago.

Este es el resumen:

No levanto el teléfono para que nada pase.

Nada más, al menos, por el día.

No es que las cosas estén bien.

No es que las cosas estén mal.

Estoy cansado, simplemente.

Cansado de la incomprensión mía y de los otros.

Y es un cansancio amargo.

Ese es el resumen.


IV.

Intento sanarme mientras suena el teléfono.

Volver a creer.

Observar mis errores.

Si contesto es abrir una ventana.

Abrigarme nuevamente.

Protegerme.

Y es que nadie me cree,
pero amo a las personas
a quienes no les contesto.

No es solo intentar hacerlo.

Repaso sus nombres.

Pido disculpas y a veces disculpo.

Si no lo logro duermo poquito.

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