domingo, 1 de mayo de 2016

Ella dice que viene un gato.


Ella dice que de noche viene un gato.

Me cuenta que cuando me duermo ella lo ve por la ventana.

Como una sombra apenas, pero lo ve.

Por lo mismo, comenzamos a dejarle un pocillo con comida y otro con leche.

Ella dice que come un poco, pero yo a los pocillos los veo igual.

De todas formas no discuto.

Si dice que hay un gato debe haberlo.

No me afecta en nada, digamos.

Además, ella se ve segura.

De hecho, creo que hasta le puso un nombre.

No recuerdo cuál, pero lo hizo.

El otro día, en el supermercado, hasta me hizo comprar comida especial.

Para gatos adultos, según recuerdo, pues dijo que la sombra era grande.

Así pasan los días.

Yo soy el encargado de dejar comida en el pocillo.

A veces, para que ella esté feliz, boto un poco a escondidas.

Lo mismo hago con la leche.

Todo eso ocurre a escondidas, por supuesto, mientras ella está en la ducha.

Luego preparo algo para cenar.

Algo liviano en todo caso, pues ella cuida mucho su figura.

A veces, incluso, observo que su plato queda igual.

Un poco revuelto, tal vez, pero no puedo culparla.

Al final, su comida y la del gato se van en la misma bolsa.

Ella se acuesta a mi lado y yo apenas la siento.

Me duermo y me despierto primero.

Luego ella dice que viene un gato.

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