miércoles, 25 de mayo de 2016

Ser bueno o simular ser bueno.

“Simula ser bueno siempre
y hasta Dios se dejará engañar”
 K. V.

I.

Ser bueno o simular ser bueno.

No se encuentra ahí el dilema.

Y es que si lo importante es el efecto de la bondad
el bien para los otros, digamos,
poco importa esta cuestión.

De esta forma,
creer o fingir que se cree.

Amar o mentir diciendo que se ama.

Todos son ejemplos de lo mismo.

Y en todos esos casos, supongo, poco importa la diferencia.


II.

Ahora bien,
si Dios se deja engañar o no,
ese ya es otro asunto.

Aunque claro, si se deja engañar o no,
el bien final es para nosotros mismos.

Así, llámese recompensa o simplemente
la evasión de un castigo,
somos sin duda beneficiados
con la vista gorda de Dios.

Por último –en este aspecto-,
si resulta que no hay Dios,
tampoco pierde nadie, finalmente.


III.

Ahora bien, si Dios es Dios
lo que debiese realmente fomentarse
es la participación natural
en el plan divino.

Es decir, si Dios es Dios
supuestamente Él ya sabe
sobre la bondad posible
en cada uno de nosotros
y simplemente estaría esperando a que se cumpla
lo que debe ocurrir,
según sus designios.

Suena un poco absurdo, es cierto,
aunque me gustaría suponer
que tiene algún sentido.

Por otro lado, si Dios no es Dios,
o Dios es nadie,
la bondad –como simulación al menos-,
pierde gran parte de su sentido.

Y uno mismo, por último…
uno mismo…

¿quién mierda es uno mismo?

Supongo que no se puede ni siquiera escribir
si no se sabe aquello
con certeza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales