viernes, 10 de junio de 2016

¿De qué guerra está hablando ese hueón?


Hacen lo posible
para que no esté de acuerdo.

Yo los dejo hacer.

Los escucho hablar de guerra, por ejemplo.

Los escucho debatir sobre grandes ideales.

Y claro:
yo no hablo de esas cosas.

De hecho, cuando me obligan,
yo prefiero más bien
señalar observaciones,
que suelen quedar al margen.

Esta vez, por ejemplo,
elijo hablar sobre la Falacia de Montecarlo.

No importa cuántas veces haya salido un número,
les digo,
las probabilidades de que vuelva a salir
son siempre las mismas.

Entonces ellos repasan lo dicho
y vuelven a la carga.

Y cada cierta cantidad de palabras
vuelve a aparecer el término “guerra”.

Y cada cierto rato se levanta la voz
y vuelven a exigir mi posición
respecto a algún tema.

Disculpen, les digo,
no sé de qué guerra están hablando.

Tras esto,
vuelven ellos a insistir
respecto a la necesaria manifestación
de una posición que no comprendo.

Y bueno…
así se nos pasan las tardes.

Eso es lo que ocurre.

Puede parecer algo soberbio…

O puede también expresar
una posición
sumamente frívola.

Cómo sea,
yo no voy a discutir.

No insistan.

Todos los que hablan conmigo
tienen la razón.

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