martes, 7 de junio de 2016

Un loco que es el mundo.


Hay un loco que cree que es el mundo. Es un clásico. Si el siquiátrico es grande siempre hay un loco que te dice aquello. Se presenta así, me refiero. Entonces, para confirmarlo, el loco argumenta que cierto problema ambiental es un sarpullido, o que su temblor de pierna es el terremoto de Japón, o hasta que la fiebre del día anterior es sin duda el cambio climático. Y claro, otras cosas de ese estilo. Por lo general se trata de un loco tranquilo y silencioso, principalmente contemplativo. Se alimenta bien. Responde amablemente. Toma sus pastillas. Nunca lo visita nadie. No sé por qué ocurre eso, pero es sin duda una constante. Los doctores suelen discutir sobre la posibilidad de soltarlo, pero claro, él insiste en que es el mundo. No suele gustarle mirar televisión ni enterarse de noticias. Tampoco comparte con otros. Si se lo permiten aprovecha de estar al aire libre y permanece en silencio, observando algo lejano. Extrañamente, tras llegar a viejo, o cuando sufre enfermedades de peligro, el loco se cura de pronto de su mal. Es decir, deja de ser el mundo y así se lo declaran al encargado o a la junta médica. Lamentablemente, los años de reclusión y la carencia de familiares inciden en que termine su vida en las mismas instituciones donde estuvo recluido. De esta forma, suele morir en cada institución -cada ciertos años, por supuesto-, un hombre que fue el mundo. Este último, en tanto, sigue reencarnándose en otros hombres que vuelven, a su vez, a ser recluidos. De esta forma, como se observa, el mundo sigue en movimiento. Y claro: no muere nunca.

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