domingo, 10 de julio de 2016

Lo que está a la vista.


-¿Y por ese precio qué incluye? –pregunté.

-Incluye todo… -me dijo-. Todo lo que está a la vista.

Entonces yo miré y la muerte me entró por los ojos.

Lentamente entró por mis ojos.

Pasaron unos minutos.

-Es solo una forma de morir –dijo entonces-. No se aflija.

-No me aflijo –dije yo.

Pasó otro minuto y luego él bajó el precio.

Yo pagué.

Pagué simplemente porque el precio no era lo suficientemente alto como para no hacerlo.

Eso hice.

Entonces él se fue y comenzó el frío.

O más bien fue el viento lo que intensificó la sensación de frío.

No sé decirlo, tal vez.

Y claro… tampoco sé cuánto duró aquello.

A lo lejos oí un animal. Tal vez un perro.

Luego nada más, hasta que de pronto una voz.

-¿Esto es suyo? –escuché que preguntaba.

-Sí –dije yo- Es mío.

La voz pareció titubear.

-¿Está seguro que es suyo? –agregó.

-Es mío –corroboré-. Yo pagué.

Como la voz no insistía creí necesario aclarar.

-Todo lo que está a la vista –señalé-. Todo eso es mío.

La voz seguía sin hablar.

Supongo que no podía agregarse nada.

Y es que tal vez la muerte, pensé, también había entrado por sus ojos.

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