viernes, 26 de agosto de 2016

Cómo nace el musgo.

“¿Vienes del cielo profundo
o sales del abismo?”
Ch. B.

Uno de sus ojos tenía, por momentos, un reflejo verdoso.

Yo miraba ese ojo.

Mientras lo hacía, tenía la impresión de mirar también cómo nace el musgo.

A lo lejos, en tanto, se oían voces que expresaban cuestiones inconexas.

La falda parece estar rasgada, por ejemplo.

No logro abrir su mano, se escuchaba en otro sitio.

Debe haber sido entonces que me acerqué un poco más y me tendí a su lado.

El ojo verdoso quedaba frente al mío.

Algo en él me intrigaba.

Así, inmóvil frente a él, decidí explorarlo.

Ya ni sé cuánto tiempo lo intenté.

Ni siquiera fui consciente de la crecida del musgo.

Y claro, tal vez por eso, fue que saqué el cuchillo.

No obstante… el musgo no salía.

Intenté con fuerza, es cierto, pero no salía.

Y sí… debo haberme puesto nervioso con todo aquello.

Con las manchas, me refiero.

Con la carne rebanada.

Y claro… de ahí en más no recuerdo hasta el otro musgo.

Las paredes y el musgo, digamos.

Eso y el ojo de piedra.

Las manos atadas.

El tiempo.

El musgo propio.

¿Lo digo más claro?

Yo vi nacer aquel musgo.

Puedo admitir eso, si quieren.

Hasta ahí puedo aceptarlo.

Mi culpa se queda ahí, sin embargo, igual que el tiempo.

Igual que el recuerdo.

Igual que estas palabras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales