viernes, 5 de agosto de 2016

En defensa propia.


En ese tiempo arrendaba un departamento pequeño junto a una avenida.

Por lo mismo, eran pocos los momentos en que podía disfrutar del silencio.

Fue en uno de esos, cuando observé que revoloteaba una mosca, en la pared.

Una mosca grande, ruidosa.

No sé por qué me fijé tanto en ella, pero entonces, de un momento a otro, llegó la epifanía.

Esa mosca quería matarme, comprendí.

Ella no tenía opción, claro, pero me odiaba profundamente.

El ruido que hacía.

La forma en que compartíamos espacio.

Sin duda esa  mosca quería matarme.

Y mientras nos mirábamos, ella pensaba cómo hacerlo.

Tal vez intuía que no podía, pero al menos intentaba molestar… volverme loco.

Fue así, mientras la observaba, que sentí la imperiosa necesidad de matarla.

Y es que mientras la mosca volaba de una pared a otra, creí comprender que su odio constituía una verdadera amenaza.

No una amenaza física real, claro, pero al menos una amenaza que podría llamarse moral, ya que de cierta forma pasabas a dudar de que ese odio fuese un sentimiento fundado, y que lo merecieras.

Y claro… fue por esto, en definitiva, que terminé por darle muerte a aquella mosca, tras varios intentos fallidos.

Lamentablemente, tras esa pequeña liberación, posé mi vista en una planta que estaba junto a la ventana.

Era una planta de interior común, pequeña, pero que captó totalmente mi atención.

Así, esta vez con la planta, se reiteró la sensación anterior, y una nueva comprensión irrumpió:

Esa planta quería matarme, comprendí.

No lo lograría, al igual que la mosca, pero ciertamente quería matarme.

Por lo mismo, sin mayor demora, arrojé hacia la avenida aquella planta.

Desde entonces, sin embargo, lo único que he conseguido al librarme de aquello que desea mi muerte, es trasladar aquel odio a otro ser de mi entorno.

Debe haber una manera de librarse de aquella sensación, supongo, pero aún no la descubro.

Cuando lo haga, les cuento.

1 comentario:

  1. Movilizar desde la propia mismidad…
    Con sentido….
    y
    Quizá transformar...

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