domingo, 14 de agosto de 2016

Sin hijo, sin tumba y sin pantuflas rojas.

Yo no le creo, pero la Matilda alega que le robaron un hijo. Treinta años atrás, claro. Dice que fue en un hospital del norte, pero no recuerda cuál. Según ella estaba esperando mellizos y solo le pasaron uno. Una guagua fea, flaca y gritona, dice ella, y yo no sé si está bromeando. Entonces mamá le hace preguntas y la Matilda contesta un tanto molesta porque dice que mi mamá no es ella y que además se trataba de otros tiempos. Cuenta entonces que al hijo que le pasaron lo llamó Marcos y que se murió a los pocos meses porque parece que le dio tifus. Y claro, fue ahí que la Matilda reclamó al otro y le dijeron que no había nada más. Ni el otro niño ni las pantuflas rojas, que se le habían quedado. Eso creo que le dijeron. Entonces la Matilda fue hasta una comisaría y tampoco la escucharon. Y claro, como ya era vieja, no pudo tener más y hasta se quedó sin tumba porque al cuerpo de Marcos se lo llevaron para estudiar algo de la vacuna y ella firmó y tampoco se dio cuenta.  Sin hijo, sin tumba y sin las pantuflas rojas, ese es el resumen, dice ella. Yo sigo a la cocina a la Matilda para ver si hay más historia, pero no hay. Ahí se acabó todo, dice ella. De todas formas me quedo en la cocina y veo cómo ella prepara unos sándwiches para la once. Un día de estos voy a ir al mall a ver si encuentro pantuflas rojas y se las regalo. El martes no, eso sí, porque dicen que va a llover.

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