jueves, 29 de septiembre de 2016

Lo que ocurre cuando quiero quemar mi dinero.

“Ningún hombre dirá: es moral que la piedra caiga.
Pues bien, el hombre sabe, y esto tampoco es moral”
F. N.

Siempre que quiero quemar mi dinero para ser libre, descubro que no tengo nada para quemar.

Es más, a veces ni siquiera tengo fuego.

Entonces, mientras desciende el deseo de libertad, comienzo a sentirme culpable.

Culpable por querer quemar el dinero que no tengo.

Así, la culpa me hace ver el acto liberador como el acto egoísta supremo.

Sacrificar para mi propia libertad el premio al esfuerzo y el trabajo de cada uno de los seres humanos.

¡Pobres seres humanos…!

Eso pienso y hasta sufro un poco y entonces quisiera sacrificar algo por los hombres.

Y como no tengo qué sacrificar, escribo.

Ese es mi método creativo, digamos.

Entonces, mientras escribo, percibo que las palabras se sostienen en un equilibrio precario.

Por un lado el abismo de la vanidad, al escuchar mis propias palabras.

Por otro, el abismo del absurdo, por arrojar semillas en el desierto.

¡Por suerte no hay más lados…!

¡Por suerte no hay fuego…!

Tras eso, simplemente, la sensación de espera.

Sin esperanza, casi con indiferencia.

Una sensación que podría expresarse en una imagen:

Una piedra debe caer y no importa donde caiga.

Saber más resultaría inmoral.

Cualquier otra imagen, incluso, resultaría inmoral.

Ya no tengo certezas que quemar.

Miento.

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