jueves, 13 de octubre de 2016

Abolir.

“Si Dios se retira de mi pueblo, pensaba yo,
como se ha retirado de mí, haré de ellos
hormigas de hormiguero, porque se vaciarán
de todo fervor.”
A. de S. E.

Ante todo, abolir los juegos de palabras.

Dicho esto: Los naufragios no tienen corazón.

Fondo apenas, pero también es juego.

Y yo acabo con los juegos, porque todo es juego.

Escenografía, digamos.

Y es que hasta el poeta, recién emergido, resultó ser de cartón.

No sé si parece serio, pero sin duda lo es.

¿Ves a lo lejos ese ahogado?

Pues yo fui, una vez, ese ahogado.

Ahora, desde aquí, parece flotar en el mar.

Equivocación pura.

Ningún ahogado flota en el mar.

Es el mar quien necesita un ahogado para organizarse en torno a él y robarle vida.

Piénsalo un poco.

Apela a la cordura.

El azar simplemente es la explicación más fácil.

Y el juego una forma más de desangrarse, sin dolor.

Creo que era una tribu hindú la que contaba que el primer hombre perdió su vida contando lo que encontró en el mundo.

Supongo que el segundo heredó las cuentas y simplemente administró.

Y claro, miles de años después vienes tú y quieres tirar los dados.

Dices que se trata de una gran apuesta.

Dices eso, claro, pero un mundo más puro sabría que mientes.

Pues bien, hoy  recojo la voz de ese mundo puro y te lo digo de frente:

Cuando los dados se vacían de sentido no hay juego posible.

Y yo acabo con los juegos, porque todo es juego.

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