lunes, 24 de octubre de 2016

Ella habla de su técnica.


I.

Después del teatro me invita a su departamento, cerca del estadio nacional.

Es un departamento antiguo, en un edificio bajo.

Antes de abrir la puerta, ella me detiene y me explica su ritual.

-No quiero saber si hay cucarachas –me dijo-. Por eso cuando enciendo la luz cierro los ojos. Diez segundos, los cierro. Voy contando los segundos para darles tiempo a que se escondan, si es que hay. Luego abro los ojos.

-¿Quieres que yo haga lo mismo? –le pregunto.

-No, -contestó-.  Tú espera atrás.


II.

Tomamos cerveza, pusimos un disco. Luego ella volvió a hablar sobre el asunto ese de cerrar los ojos antes de entrar.

-Como la técnica es buena –siguió-, realizo lo mismo ante otras situaciones. Por lo general lo hago ante cualquier cosa que me da miedo, aunque también lo aplico a otras situaciones. Por ejemplo, ahora que estoy sola, también cierro los ojos al entrar al departamento, aunque haya luz. Es raro de explicar, pero de cierta forma me quita la impresión de estar sola.

Como no dije nada, ella rio. Luego siguió.

-No es muy racional, lo sé, pero es como si hubiese dado tiempo para que se escondiese alguien. Alguien que evita que esté sola.

-Ya –dije yo-. Entiendo.


III.

Tuvimos sexo.

Luego no supimos mucho de qué hablar.

Le dije que debía irme y me vestí.

Antes de salir ella vuelve al asunto ese de la técnica.

-Una vez un sicólogo me pidió que escribiese paso a paso esta técnica. Sugirió que tomara apuntes y recalcó que fuese sincera conmigo misma. Creo que fue en la época en que murió mi hermano...

Aquí hizo una pausa y cerró los ojos. Luego siguió.

-El punto es que lo hice y él no podía creer que funcionara... Si hasta me pidió los apuntes y hablamos de eso un par de veces más… Yo creo que les recomendó la técnica a otros pacientes. Después de todo, nunca en mi vida he tomado pastillas y soy feliz.

Yo no dije nada.

Ella sonreía.

Luego me fui.

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