domingo, 16 de octubre de 2016

Marcia llora a las ocho.


Marcia llora a las ocho.

A las veinte horas, más bien.

Siempre se da el tiempo.

Dice que la tranquiliza.

Que de cierta forma le hace bien.

No hace excepciones y aunque ande sin reloj algo en ella le avisa puntualmente.

Si va en el metro se baja y llora en la estación.

Si está con amigos se va al baño, para no molestar a nadie.

Si está comiendo algo hace una pausa y se seca las lágrimas, para no salar la comida.

Y es que Marcia se maneja a la perfección.

Su llanto es certero y de características fijas.

Por lo general llora tres minutos.

Aunque a esos tres minutos le anteceden otros más para que el llanto sea sincero.

Entonces busca un sitio tranquilo y pone la mente en blanco.

Luego el llanto llega solo.

Al principio pensaba en cosas tristes, pero hoy es como si el cuerpo esperara.

Como si fuese un mecanismo de drenaje.

O de oxigenación, mas bien.

Por lo mismo, Marcia dice que le hace bien.

Incluso cuenta que luego del llanto, ella sonríe.

Explica que es como ver la ciudad después de la lluvia.

Todo más despejado y más sereno.

No dura mucho, pero es bueno, me dice.

Puedes aprender incluso, si no sabes llorar.

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