domingo, 30 de octubre de 2016

Que Dios nos ayude contra Dios.

“Manifestatum est in carne,
sed tamen iustificatum est in spiritu”


I.

Dios contra Dios sería un duelo justo.

El hombre, en tanto, fiel espectador.

A distancia prudente para evitar posibles daños.

Y alentar únicamente cuando se está seguro del triunfo.

Nada mejor entonces, que evitar revanchas.

Protegerse, pero hablar, ya sabes, sobre todo en el final.

Dios contra Dios, decía, será un duelo justo.

Eso es lo que queremos.


II.

Antaño el hombre fue torpe y quiso levantarse contra Dios.

Dios lo vio y se tentó de risa.

Poco más duró la disputa.

Pasó el tiempo y nunca volvió a hablarse del asunto.


III.

Dios no ayuda contra Dios.

Dios no ayuda contra el hombre.

Un día tal vez en un combate, observando, comprendamos.

Antes nada.

Antes ni al sol.

Antes ni a ti mismo.


IV.

A mí no me digas, dijo Dios.

Yo he sido el mismo todo el tiempo.

Si quieres culpar a alguien ahí tienes a tu madre.

Es vieja y no va a amar más de lo que amó.

Olvidaré Yo lo que es pecado por doce minutos.

Tú decides lo que haces.

Será una especie de amnistía.


V.

Contra Dios nada, dijo Dios, salvo Dios.

Por eso a veces hay disputas.

Porque no se mantiene unido y olvida a veces su semblante.

De eso hablaba en un principio.

Dios contra Dios sería un duelo justo.

Y que Dios nos ayude contra Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales