viernes, 14 de octubre de 2016

Semejantes.


I.

Esa mesa, allá atrás.

Dicen que son mis semejantes.

Yo los veo, y a regañadientes quizá, pero acepto.

Son mis semejantes, entonces.

Uno de ellos, tal vez, también acepta.


II.

Me da vueltas aquello de mis semejantes.

Me refiero al aspecto nominal, por supuesto.

Quién se asemeja a quién, y todas esas cosas.

Algo sin importancia, lo admito, pero eso es lo que da vueltas.

Además tomé unas cervezas y no he dormido.


III.

¿Amar a los semejantes?

Alguien por acá habla de amar a los semejantes.

Puro engaño, si se piensa.

Puro egoísmo.

Y es que amar a los semejantes es en el fondo amarse uno mismo.

Uno mismo reflejado en los semejantes, me refiero.

Eso también me da vueltas.


IV.

No todos, sin embargo, son mis semejantes.

O si lo son, al menos, lo son en distinta medida.

El hueón de allá, por ejemplo, casi nada semejante.

Del grupo ese, a la derecha, un poco menos todavía.

Ellos también, estoy seguro, pensarían algo parecido.


V.

Angustia tener semejantes.

Verse fuera de uno, me refiero.

Presenciar conductas, actitudes… todas esas cosas.

Entonces pienso que si amarlos es amarse uno mismo… puede tratarse finalmente de un egoísmo necesario.

Un egoísmo comprensivo, incluso.

¿Ven a los semejantes esos de la mesa de al fondo?

Pues ya se les cierran los ojos, como a mí.

Espero que descansen, esta noche.

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