miércoles, 9 de noviembre de 2016

P. se rebana una oreja.


P. está jugando con el casco de una armadura.

Entonces P., de tanto jugar se rebana una oreja.

P. recoge la oreja e intenta frenar la hemorragia.

Así lo encuentra su hermano y lo lleva una clínica cercana.

Minutos después ingresan a P. a pabellón y preparan también su oreja rebanada.

La idea esencial es frenar la hemorragia y volver a injertar la oreja.

Tras varias horas de trabajo la operación no resulta del todo exitosa.

Y es que la oreja, según explica el doctor, fue rechazada por el cuerpo de P.

Es entonces cuando yo, enterado de la situación, llego a la clínica a ver a P.

Y claro, escucho el resumen de lo sucedido y además, la noticia que da el doctor, sobre la operación fallida.

¿Cómo puede uno rechazar algo que fue suyo?, le digo entonces al doctor, interrumpiendo la conversación.

El doctor me dice que es común y que pasa en varios tipos de operaciones.

Cómo no parezco convencido me dice que piense en los dientes de leche, y en lo erróneo que sería que alguien quisiese volver a colocárselos..

Yo lo dejo hablar, pero cuando termina, le digo que realizó una comparación fallida, pues el cuerpo de P. no ha expulsado voluntariamente la oreja.

Tras esto, el doctor se pone serio y me dice que toda acción del cuerpo es finalmente voluntario.

Por último, antes que reaccione ante su frase, el doctor se va.

¿Qué mierda hacia P. jugando con el casco de una armadura?, me digo entonces, mientras intento pensar en otra cosa.

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