miércoles, 7 de diciembre de 2016

Todo es más bello dentro de un acertijo.



Todo es más bello (dijo ella) dentro de un acertijo.

Un acertijo, por supuesto, que ni siquiera se revela como tal.

El oro que yace bajo tierra.

El sol que no sale obligado por nadie.

O un ángel que bendice, porque se ha cansado de luchar.


Y es que todo es claro (dice ella), pero siempre pides más.

Así, es más puro, finalmente, el oro que yace bajo tierra.

O el sol que sale de pura alegría.

O de pura belleza.

O como un cuerpo muerto que flota sobre el mar.


Y es que la muerte pasó a mi lado (dijo él) y sin mirar me dejó aquí.

Es decir: ni siquiera me tomó en cuenta.


Te ignoró (dijo ella) pues ni para muerto servías.

Ni para encontrar belleza en el acertijo.

Ni para encontrar el acertijo.

Ni para decir jamás.


Di con un pozo (dijo él) y pensé que era un acertijo.

Y el acertijo en que creí, estaba lleno de abejas.

Así, cuando logres dar con un pozo.

Y creas en él y en él zumben las abejas.

Y cuando se claven en tu piel.

Solo entonces, tal vez, puedes arrancar las flores.


Claro (dijo alguien). Y el agua se conoce por la sed.

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