sábado, 28 de enero de 2017

L. escribe sus memorias.


I.

-Hace unos meses me puse a escribir mis memorias –dijo L.

-¿Y qué tal? –preguntó K.

-Una mierda.

-¿Una mierda así, nada más?

-No –dijo L.-. Una mierda fome.


II.

-No es que me las haya querido dar de importante –continuó L.-, pero había visto una película japonesa y me había parecido algo interesante…

-Ya… -dijo K.

-O sea… le hacía bien a un personaje… parecía algo bueno…

-Hmm…

-Ya sabes… la idea esa de verse a sí mismo… hacerse cargo de uno…

-Entiendo.

-¿No vas a decir nada más?

-¿Cómo qué cosa?

-No sé… algún comentario o algo…

-Está bien –dijo K-. Japón está muy lejos.


III.

-¿No te interesaría leer unas páginas? –preguntó L.

-¿De tus memorias?

-Sí… para dar una opinión…

-Tú dijiste que eran una mierda –dijo K.

-Sí, pero…

-Una mierda fome, de hecho.

-Sí, eso dije –admitió L.-, pero esa era mi opinión.

-Pues yo confío en tu opinión .dijo K.


IV.

-¿Sabes qué es lo más malo de haber intentado escribir esas memorias? –preguntó L.

-Que resultaron ser una mierda fome –respondió K.

-Pues sí… pero no me refiero a eso…

-¿Y entonces?

-Que se hace difícil hacer cosas ahora… como que pienso si quedarían bien dentro de las memorias y termino sin hacer nada…

-Igual siempre se puede vivir la vida de los otros… -dijo K.-, ya sabes… al menos cuando la nuestra se ha agotado.

-¿Te refieres a leer las memorias de un tipo interesante e intentar vivirlas uno mismo? –preguntó entonces L.

-No –dijo K., algo molesto-. Por eso prefiero no hablarte. No entiendes una mierda.

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