miércoles, 4 de enero de 2017

Sueños (II).


-Soñé que me ponía a empollar un huevo –dijo M.-. Un huevo extraño. Grande y de cierta forma artificial. No sabía de qué era.

-Pero… ¿empollar así sentándose arriba y todo? –preguntó B.

-Así mismo –contestó M.-. A veces con una tela entremedio o hasta un cojín… pero el punto es que yo iba con el huevo a todas partes, y le dedicaba mucho tiempo…

-¿Pero se suponía que era tuyo?

-¿El huevo?

-Sí. El huevo.

-¿Pero, cómo “mío”…?

-Ya sabes… -intentó explicar B.- Te pregunto si tenía adentro algo así como un hijo tuyo…

-¿Algo así como un hijo…? –dijo M.-. Pues no. O no por naturaleza, al menos… Si era mío era más bien por el cuidado que le daba, yo creo…

-¿Y nacía algo, en el sueño?

-¿Cómo?

-Ya sabes, te pregunto si nacía algo desde el huevo…

-Ah… pues la verdad es que el huevo se abría… eclosionaba creo que se dice, cuando se quiebra desde dentro parece…

-¿Y salía algo? –insistió B.

-No recuerdo bien… pero creo que simplemente se abría, nada más.

-Pero… ¿se lograba ver algo, cuando abría…?

-Más o menos –intentó aclarar M.-. O sea, se iba una cáscara y aparecía otra similar… Otro huevo para empollar, digamos…

-¿Y empollabas también ese huevo?

-La verdad es que no recuerdo bien –dijo M.-. De hecho, creo que en ese momento terminaba el sueño.

-¿Y has pensado qué vas a hacer si hoy te duermes y vuelve a aparecer el huevo?

-Pues no sé bien –dijo M.-, yo creo que lo empollo, en todo caso.

-Claro –pensó B., en voz alta-. Se tiene más bondad cuando uno está fuera de uso.

-¿Qué dijiste? –preguntó entonces M.

-Nada –contestó B.-. No dije nada.

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