martes, 28 de febrero de 2017

No se acaban los fósforos.


No se acaban los fósforos.

Quemas y quemas y no se acaban.

De pequeño encendía algunos a escondidas, detrás de la casa.

Hora tras hora los encendía.

Nunca se acabaron los fósforos.

Crecí incluso y no se acabaron.

Encendí con ellos pequeñas cosas, y no se acabaron.

Me quemé hasta los dedos tratando que se consumieran por completo.

Y claro, cuando lo logré me di cuenta que aún quedaban.

Fue entonces que empecé a quemar cosas ahora no tan pequeñas.

Juguetes envueltos en papel.

Cuadernos y cartas que encontré en casa.

Pero claro… así y todo no se acababan los fósforos.

Tal vez, comprendí, estaban ahí para hacer cenizas algo.

Lo no esencial, tal vez.

Lo innecesario.

Convencido, me quemé la mano izquierda pues no servía.

También quemé parte de mi cara, una oreja, a Dios y hasta a mi madre.

De todas formas no hubo caso…

¡No se acabaron los fósforos…!

O había mucho más que era innecesario o simplemente mi teoría era fallida.

No supe bien qué pensar.

Seguí quemando de vez en cuando, aunque si soy sincero intentaba más bien olvidar aquel asunto.

Por último, intenté quemar los fósforos.

Reuní entonces todos los que encontré e hice una gran pira.

Y claro, me gustaría decir que ese fue el final, pero no sería cierto.

De hecho, eso ocurrió hace ya casi siete años.

Me refiero a que la pira está ahí, todavía.

A medio apagar, es cierto, pero aún encendida.

Nunca se acabaron los fósforos, podría incluso decir, si nterpretara aquello.

Aunque claro, también alguien podría agregar que aquello, no es finalmente del todo exacto.

lunes, 27 de febrero de 2017

No saber el nombre de una flor.


I.

Vimos una flor.

Mientras acampábamos vimos una flor.

Justo a un costado de nuestra carpa, la vimos.

Brotar en un inicio.

Marchitarse y morir, también lo vimos.

Nunca supimos cómo se llamaba.

Buscamos y preguntamos, pero nunca supimos.

Nos entristeció, incluso, no saber.

Y es que entonces pensamos que era algo importante.

Creímos que era importante, me refiero, saber un nombre.


II.

Investigamos esa flor.

Ya estando muerta investigamos esa flor.

Sacamos fotos.

Contamos pétalos.

Buscamos sus raíces.

Por cierto: podría decirse que no encontramos raíces.

Es decir, las encontramos, pero eran muy pequeñas y no estaban aferradas a sitio alguno.

No sabemos realmente si eso puede considerarse tener raíces.


III.

Tras pensarlo, decidimos que era una buena señal no tener raíces.

O que no se ramificaran, al menos, esas mismas raíces.

Y es que es el mal, a fin de cuentas, el único que se ramifica.

Como las células cancerígenas y ese tipo de cosas.

El bien en cambio no sigue estas costumbres.

No es raíz, digamos.

Por eso pensamos que era una buena señal.


IV.

Guardamos nuestras cosas y terminamos de acampar.

Tras sacar la carpa el piso siempre queda marcado, sobre todo si hay pasto.

A unos pasos, a un costado, había nacido y muerto una flor.

Al menos eso, pensamos, podíamos recordarlo.

Todavía no conocemos, sin embargo, el nombre de la flor que vimos esos días.

domingo, 26 de febrero de 2017

Irene ve un musical.


Antes de dormir, cuando se siente algo extraña, Irene ve un musical.

Por lo general lo hace desde su computador, pues la tele que tenía en la pieza la llevó a otra habitación, hace ya varios meses.

Yo mismo le ayudé a armar su colección, descargando algunas cosas que encontraba por ahí y buscando en tiendas aquellos musicales más viejos.

Esto, ya que Irene no gusta de los musicales más nuevos –hablo aquí de las últimas décadas, por cierto-, sino que prefiere aquellos clásicos, incluso más si son en blanco y negro o tienen la imagen medio gastada.

Y claro, como también gusto de aquellas películas de vez en cuando vemos alguna juntos, preparando además algo para comer o compartiendo unas cervezas heladas hasta su punto más frío.

Nunca le he preguntado sus problemas y ella no los cuenta ni entrega pista alguna.

Tampoco yo le cuento los míos.

A veces intento adivinar cómo se siente por el musical que elige.

Aunque no sé, sinceramente, si sirva de algo saber aquello.

Además, la rutina suele ser siempre la misma.

Elige ella o elijo yo.

Ella ve la película desde la cama y yo desde unos cojines que pongo en el piso.

A veces para el final –sobre todo si el musical es algo triste-, ella ya está dormida.

Entonces apago yo mismo el computador, ordeno un poco las cosas y regreso a casa.

Tal vez esa sea para mí, pienso ahora, la forma más fácil de ayudarla.

sábado, 25 de febrero de 2017

A veces imagino cosas.


A veces imagino cosas.

Situaciones.

Macrosituaciones, eso sí.

Momentos en que el mundo, por ejemplo, es casi como una manzana.

Menos natural, claro, pero apuntaba aquí al tamaño.

A lo maleable, incluso.

Una bebida gaseosa, de hecho, podría ser mejor ejemplo.

Tamaño individual.

Casi artificial.

Sí… digamos que una bebida gaseosa.

Una cola, para ser preciso.

El mundo como una bebida cola, casi artificial, que cabe en una mano.

Aunque claro… no es eso lo principal que imagino.

En este caso, ya que estamos, lo central es que alguien tiene esa bebida cola.

O mejor aún, una situación concreta:

Digamos que la tiene Dios y que la quiere el Diablo.

Uno con barba blanca, y cachos rojos el otro.

Ambiente usted como guste.

Imagine los detalles, incluso, mientras yo contextualizo.

Millones de años atrás

La Tierra está heladita.

Recién sacada del frigobar de Dios.

Y claro, como Dios en el fondo conoce los componentes secretos.

Y como además tiene el frigobar repleto.

Decide Dios ofrecer un sorbo al Diablo y luego recuperarla para sí.

Recién destapada.

Con la superficie fría y pequeñas burbujas saltando como súbditos fervientes.

Así recibe el Diablo la Tierra y de un pequeño sorbo.

Receloso.

Casi por cumplir.

Ni siquiera calma su sed cuando ya debe devolver la Tierra.

Sin embargo, entre recelo y recelo logra el Diablo una pequeña maldad.

Quitarle el gas a la Tierra.

Entibiarla un poco también, es cierto, pero al menos eso Dios ya se lo esperaba.

En cambio, aquella ausencia pilló a Dios por sorpresa.

A la Tierra se le fue el gas, dijo, decepcionado.

El Diablo sonrió y alejándose unos pasos, dejó a Dios solo para que resolviera el problema.

Y claro, Dios entonces dejó la Tierra ahí, y recordó que tenía el frigobar.

Fingió un poco, ante el Diablo, para que sintiera que su triunfo era algo de importancia.

Luego bebió a escondidas otros líquidos y hasta creó la primera petaca.

La Tierra, mientras tanto, quedó por ahí.

Lo cierto es que poco importa.

Y es que así, simplemente, es como imagino situaciones.

Macrosituaciones, digamos.

Todo sigue igual, sin embargo, antes y después de las palabras.

viernes, 24 de febrero de 2017

Dos canguros en el patio de la casa.


I.

En el patio de la casa hay dos canguros.

Uno salta y otro no.

En el patio de la casa no debiese haber canguros.


II.

Si uno (el que salta) no saltara, ambos canguros se verían iguales.

Si uno (el que no salta) saltara, ambos canguros se verían iguales.

Si ambos decidieren hacer lo que hace el otro, ambos canguros (no) se verían iguales.


III.

Como en el patio de la casa no debiese haber canguros, usted supone que este es un texto literario.

Y claro, poca importancia tiene entonces (para usted) que uno salte y el otro no.

¿Aceptaría usted ser literatura si ahora observa por su ventana y contempla dos canguros?


IV.

Si yo fuese un canguro algunas veces saltaría.

Si yo fuese un canguro algunas veces no saltaría.

Si yo fuese un canguro posiblemente no sabría que soy un canguro y que estoy en el patio de una casa.


V.

Desde fuera de la casa un canguro observa a dos hombres al interior de una casa.

Un hombre escribe y el otro no.

En este mundo no debiese haber casas, podría pensar ese canguro.


VI.

A veces pienso que escribo porque no salto.

A veces pienso que escribo porque no soy un canguro.

A veces escribo porque (simplemente) no quiero ser un hombre que no escribe.


VI.

Un hombre que escribe no siempre es un hombre que tiene que escribir.

Un canguro que salta (no) siempre es un canguro que tiene que saltar.

¿Sabrá el canguro que salta que es un canguro que tiene que saltar?


VII.

No se trata aquí de formas de vivir la vida.

Me refiero a que ser canguro es siempre ser canguro y ser un hombre es siempre ser un hombre.

Ahora vea usted si se atreve o no se atreve a mirar por la ventana.

jueves, 23 de febrero de 2017

Ese perro me ignora.


Ese perro de allá me ignora.

Yo le tenía miedo, y hasta me cuidaba de él, pero me ignora.

Cruzaba la calle cuando lo veía.

Caminaba intentado mostrarme más seguro.

Tantos trabajos y reservas y resulta que él me ignora.

Ni siquiera se voltea para verme.

No le intereso en lo más mínimo.

Y claro… pueden encontrarlo absurdo, pero lo cierto es que es una situación molesta.

Y es que les ladra a los niños, a los jóvenes y hasta a los viejos.

Persigue a los gatos, a los carteros y a la camioneta del gas.

Incluso ha arrebatado la bolsa de compra a un par de transeúntes.

Pero claro, resulta que a mí me ignora.

No sé con qué motivo, pero puedo asegurarles que lo hace.

De hecho, lo intenté poner a prueba y no hubo caso.

Así, me fui acercando poco a poco, pero no provoqué reacción alguna.

Compré chuletas y pasé por su lado.

Me pasee incluso con un gato en brazos, y ni siquiera se dignó a mirarme.

Dicho esto, solo me queda reiterarlo: no me parece, en definitiva, algo justo.

¿Le molesta mi andar?

¿Le incomoda que a veces vaya con un libro?

Pues bien, espero que el tiempo pueda aclarar las cosas, me digo.

Y hasta le ladro, mientras tanto, para ver si se anima.

miércoles, 22 de febrero de 2017

Ola tras ola.


Era cierto. Estamos en el bar y ella habla rítmicamente, pero sin pausa. Es como mirar el mar, me dijeron. Ola tras ola. Palabras tras palabras y es imposible saber qué dice. A mí me interesó la descripción y me junté con ella. Tomamos algo. Tras un par de minutos ella comienza a hablar, tal como me habían advertido. Aunque claro, no es como hablar. Es más bien como una forma de vida. Como si las palabras fueran el sonido de su respiración. Sus latidos. Extrañamente resulta agradable, me dijeron. Puedes relajarte y escuchar. Igual no recordarás nada. Nada salvo que miraste el mar, pienso ahora. Nada salvo que estuviste con ella y la escuchaste, debieron haber dicho. Y es que realmente así. No puedo ni siquiera concentrarme en su cara. No como para describirla, me refiero. Resulta difícil de explicar, pero es como si no fuera esa la cara de alguien. Es decir, eso realmente como el mar. Detrás de las palabras, me refiero. Ahí no hay cara podría decirse. No hay nada, más bien. Es el habla misma, tal vez. Sí… eso es. Nadie habla. Esas palabras que recibes son como un volantín que alguien ha soltado. O sea, ella está ahí, pero sujeta otra cosa. Otra cosa sin importancia. Sí… definitivamente es como mirar el mar. Tenían razón. Ola tras ola. Es imposible saber qué dice. Si quieres que se vaya cierra los ojos, me dijeron. Dale un tiempo y luego los abres y ella no está. Es como todo en la vida, después de todo. Cierra los ojos y déjala ir, debieron decir. Me refiero a que es bello cuando se acepta. No intentes siquiera retener sus palabras. Así es más puro. Así resulta verdadero. El mar no te pertenece.

martes, 21 de febrero de 2017

Incluso.


No sé bien.

No sé bien ahora qué hacer.

No sé bien ahora qué hacer con todo esto.

Trozos de un mundo.

Trozos de nosotros mismos.

Trozos de algo que amamos, con fervor.

Alguien entonces.

Alguien entonces cree.

Alguien entonces cree, y eso basta.

Unas palabras de Boris Vian.

Unas palabras de la Yoshimoto.

Unas palabras de tu hijo, aunque no vengan al caso.

También regar unas plantas.

También regar unas plantas y verlas crecer.

También regar unas plantas y comer de ellas.

Entonces el corazón que no sabe.

Entonces el corazón que no sabe por qué late.

Entonces el corazón que no sabe por qué late, late hasta un poco más fuerte.

Incluso si no hay belleza, pero hay flor.

Incluso si no hay flor, pero hay tierra.

Incluso si lo que queda es el simple olor a tierra.

Y es que lo cierto es que algo queda.

Y es que lo cierto es que algo, puede a veces ser suficiente.

Y es que lo cierto es que una vida entera puede a veces sostenerse en ese algo.

¿Para defenderse de la muerte?

¿Para defenderse de la muerte verdadera?

Para defenderse de la muerte verdadera, que es la nada.

lunes, 20 de febrero de 2017

Todo es cotillón.

"Son solo cosas. Es cotillón.
Tú tienes algo real.
Yo quiero que algo real suceda"
B. M.

Colapsó abajo, en la bodega, cuando la enviaron a ordenar el cotillón. Ya sabes, toda esa mierda para fiestas y ese tipo de cosas. Sombreritos de plástico. Tubos que lanzan challas. Lentes gigantes. Y es que como el año nuevo estaba próximo la bodega estaba llena. Un conteiner chino entero de esas cosas había allá abajo. Y claro, como te decía, ella colapsó. Cuando bajé la encontré en cuclillas, llorando, como con convulsiones. Creo que había estado separando unas corbatas plásticas con lunares, que estaban a un lado. Entonces me acerqué y ella intentaba hablar, pero no podía. O sea, podía, pero se le entendía enredado. Todo es cotillón, creo que decía. O cosas así, supongo, sin mucho sentido. Y claro, yo subí para avisar a alguien, pero arriba no había nadie que pudiese ayudar así que yo mismo le bajé un vaso de agua con azúcar, como hacía mi mamá, cuando era chico. Ella ya estaba más tranquila cuando le llevé el agua, pero no hablaba. De todas formas no pude hacer mucho porque había que atender gente y debía subir al tiro. Le debo haber dicho algo, supongo, para animarla… aunque en el fondo yo creo que se recuperó sola. De hecho fue ella misma la que llegó arriba, como una hora después, con los ojos medio hinchados, pero ya más tranquila. Incluso me dio las gracias y me pidió que no contase nada, para no complicar las cosas. Yo no sabía a qué cosas se refería, pero le hice caso, de todas formas. Y claro… nos saludamos como amigos, desde entonces, aunque nunca volvimos a hablar del tema ni nos vimos tampoco fuera del trabajo. Y sí… debo reconocer que meses después tuvimos sexo un par de veces, en esa misma bodega. Algo rapidito en todo caso. Puede que hasta un poco triste. Nada del otro mundo.

domingo, 19 de febrero de 2017

Los domingos viene el cartero.


Los domingos viene el cartero. Cerca de las doce. Generalmente toca el timbre y espera a que yo salga. Luego nos saludamos brevemente y dice que no tiene cartas, para mí. Entonces yo le pregunto si debo pagar algo, pero él dice que no, que solo me lo comenta porque es extraño, que nunca tenga cartas. Ni cuentas, ni saludos, ni promociones. Nunca traigo nada, me dice. Entonces yo asiento y a veces digo algo, por cortesía. No me gustan las cuentas. No tengo tarjetas. Cosas de ese estilo, le digo. Él no alarga la conversación, pero tampoco se va. No sé si haga lo mismo en otras casas que no reciban correspondencia, pero acá siempre viene y tiene el mismo comportamiento. Entonces yo le ofrezco agua, o un jugo, o hasta una cerveza, pero nunca acepta nada. Me mira, simplemente, como si dudase de mi existencia, y luego se va. Tal vez debiera molestarme, pero lo cierto es que no lo hace. Y es que el cartero tiene un tono afable y hasta a veces pienso que su preocupación es genuina. Me refiero a que no viene a molestar, ni a burlarse, ni nada por el estilo. Solo viene a decirme que nuevamente no hay cartas. Después de todo, me digo, debe ser así en todo lugar. En otras palabras, esto debiese resumirse en una observación simple: los domingos viene el cartero, y eso es todo. Ni siquiera alcanza para una historia.

sábado, 18 de febrero de 2017

Sin nombre, por ahora, el japonés.

"He aquí el hombre íntegro
arremetiendo contra su calzado,
cuando el culpable es el pie"
S. B.

Un japonés.

Sin nombre, por ahora, el japonés.

Digamos simplemente que trabaja en el ámbito de los avances tecnológicos.

Ingeniero en algo.

Padre y esposo ejemplar.

Independiente en su trabajo y altamente exitoso.

Pero claro, resulta que este hombre –como muchos otros-, pierde de pronto a su padre.

Entonces, como su padre había sido zapatero tradicional, el ingeniero japonés decide honrarlo con su trabajo.

Y claro, tras año y medio de planes y fracasos, logra diseñar y construir un tipo de zapato que no se gasta.

Ni la suela ni el interior ni la cubierta del zapato.

Esto –resumo-, ya que el material con el que está fabricado resistía cualquier tipo de variable climática.

Durante el periodo de prueba, sin embargo, el japonés comienza poco a poco a abandonar su acostumbrado equilibrio.

Esto, ya que caminaba todo el día y los zapatos no se gastaban.

Es decir, su desequilibrio comenzó cuando dudó si andaba realmente, durante el día.

Y es que mirando cada noche los zapatos impolutos, el japonés cayó en cuestionar sus propios pasos.

Hablamos aquí de forma objetiva, por supuesto, pero resulta innegable que la metáfora de los pasos estaba demasiado cerca como para que el ingeniero japonés no se cuestionara también otras cosas.

Así, resultó que este ingeniero en algo.

Padre y esposo ejemplar.

Y altamente exitoso.

Comenzó a cuestionar –seria y profundamente-, estas mismas y propias características.

(Dicho esto, ya puede usted imaginar un final adecuado para esta historia)

viernes, 17 de febrero de 2017

Manchas de vino.


Todo en la vida son manchas de vino.

Atenuadas tal vez, pero siguen siendo manchas.

¿Y sabes…?

Es bueno que lo sean, si lo piensas.

Bueno incluso que no intentes sacarlas.

Por años luchas, es cierto.

Te esfuerzas por quitarlas.

Buscas secretos, detergentes, quitamanchas caseros…

Volteas y hasta cubres las telas…

Pura pérdida de tiempo.

Y es que todo en la vida son manchas de vino.

¡Si hasta las manchas de sangre son también manchas de vino…!

No puedes borrarlas sin dañar la tela.

No puedes volver atrás esas marcas.

¿Te has fijado acaso en las figuras que forman?

¿Has encontrado en ellas, alguna vez, una palabra…?

Pues mira, yo he encontrado en ellas hasta una historia.

Una historia o un sueño, la diferencia poco importa.

Una vez dormí y soñé con Dios, va diciendo esa historia.

Y en el sueño, vi que Dios tenía en su barba manchas de vino.

Y tras la barba, Dios se tentaba de risa y tenía los labios manchados.

Tú tampoco te limpies, Él me dijo.

Y entonces, de golpe, se acabó esa historia.

Desperté esa vez, según recuerdo y quise decirle a ella lo que había soñado.

Pero hasta ella, a mi lado, se había vuelto una mancha de vino.

Todo en la vida son manchas de vino, me dije entonces, por vez primera.

Y sufrí un poquito, es cierto, pero se pasó con el tiempo.

jueves, 16 de febrero de 2017

Comprender lo que pueda comprenderse.


He visto crecer el pasto sobre la tierra.

También he leído a Kant.

Y estoy dispuesto a comprender lo que pueda comprenderse.

El sonido del agua.

El sol sobre la piel.

Y una larga caminata con mi hijo.

No sé hacerlo de otra forma.

Frambuesas.

Papas con eneldo y mantequilla.

Una crema de champiñones con queso de cabra.

A ratos, percussion bitter sweet de Max Roach.

Y claro… alejo la desesperación que ataca siempre tres veces al día.

Defensas burguesas tal vez, pero he intentado de todo.

Sumergirme en agua helada.

Amar si es posible o aunque no lo sea.

Dar todo hasta caer rendido.

Y es que aunque no parezca, yo también he cantado a la revolución.

Pero hoy no es tiempo, claro está, para esas cosas.

Así, frente a la hoja en blanco permanezco tres horas cada día.

Frente a la vida en blanco.

Frente a los otros, incluso.

Dicho esto, me sorprendo que el corazón lata y que el pasto siga creciendo desde la tierra.

Ojalá se entienda que no busco la amargura.

Salgo a caminar en la noche y solo escucho gritos.

Juro que solo escucho gritos.

No sé qué abrazar así que abro otro libro.

Intento ser feliz aunque no sepa.

miércoles, 15 de febrero de 2017

Formas de ocupar espacio: Humanizar el mundo.

"No habrá ceremonia,
para el perro muerto del Fuhrer"
W. K.

I.

Hay formas y formas de ocupar el espacio.

Formas nuevas, incluso, aunque no sean necesarias.

Pretender humanizar el mundo es, por ejemplo, una de esas formas.

Humanizar el mundo significa, por cierto, sentirnos cada día más dueños de él.

Si tiene usted otro significado le ruego dejarlo, al menos por el momento, de lado.

Y es que en lo que sigue, me gustaría centrarme exclusivamente en esta forma.

Solo serán tres observaciones así que no quitarán mucho tiempo.

A continuación se presentan, sin más preámbulos.


II.

Hacer humano el mundo es hacerlo menos mundo.

Y es que hacerlo propio es robárselo a sí mismo.

Ocupar el espacio entonces y enterrar banderas.

Y hasta enterrar los hombres muertos como banderas desgarradas.


III.

Digan lo que quieran, pero la sangre no ocupa espacio.

Se esparce en la tierra y no queda rastro alguno.

Humanizar el mundo es entonces darle un valor imaginario a la sangre.

Un valor inexistente al trabajo, al dinero y hasta a la idea de Dios.


IV.

Humanizar el mundo es intentar guardar el aire en botellas.

La vida en células.

La energía en celdas de metal.

Humanizar el mundo es entonces creer que el mundo entiende nuestras palabras.

Y hasta es creer que nacimos para ser nosotros mismos.


V.

No tengo más observaciones respecto a esa primera forma de ocupar espacio.

Feliz sea el que olvida, aquello que le causa dolor o remordimientos.

martes, 14 de febrero de 2017

No se enamore usted de mí.

“Lo quiero porque no se ha enamorado usted de mí.
Otro, en su lugar, habría empezado a importunarme”.
F. D.

No se enamore usted de mí, me dijo.

Y es que así como me ve, yo quiero en esta vida morir virgen.

Virgen de amor, por supuesto, el sexo es otra cosa.

De hecho, si gusta, puede usted culearme de lo lindo.

El trato es por un precio, por supuesto, y unas pocas condiciones.

Nada de historias verdaderas.

Nada de lágrimas.

Nada que no sea un nombre ficticio.

Por último, si gusta, hábleme así como escribe hoy en día.

Con la verdad a un lado y el corazón perdido.

A mí me gusta ese estilo, después de todo.

Me acomoda, digamos… como creer y no creer al mismo tiempo.

Como comer y vomitar.

Como sufrir y no sentir, en una sola instancia.

¿Qué? ¿No se decide…?

No lo piense mucho, que hoy es día especial.

Si lo desea ya puedo ir ya consiguiendo un cuarto.

No sé ya qué más decirle…

Tengo buena higiene, tetas más o menos firmes y alguna vez tuve biblioteca.

Aunque claro, también puedo extenderle en detalle mi currículum.

Medidas… técnicas especiales… o hasta el nombre de mis hijos.

¿Qué me dice…? ¿Ya se anima…?

Pues entonces comencemos.

Recuerde no enamorarse de mí, simplemente.

Eso es todo lo que pido.

lunes, 13 de febrero de 2017

Sé que estoy soñando.


Sé que estoy soñando.

Tú no sabes.

Al final, sin embargo, la diferencia es poca.

Lo que se sabe es poco, me refiero.

Y ni siquiera es bueno.

Un poco menos de dolor, tal vez.

Y un poco menos de alegría.

No sé si me explico.

Es decir, manejas el sabor.

Y claro, manejas mejor el tiempo.

Pero aquello no es necesariamente bueno.

Después de todo, vives acá, en el sueño.

Trabajas.

Escribes.

De vez en cuando te acercas a los otros.

La diferencia es poca, si lo piensas.

De hecho, puede que hasta salgas en contra.

Y es que sin duda hay pérdidas.

Déficit de emociones, por ejemplo.

O hasta la sensación de vértigo ante un creciente vacío.

Y claro… todo viene entonces a ser eco de otro sitio.

Por otro lado, fuera del sueño nada sabes.

Nada eres, incluso, fuera del sueño.

¿Una ventaja, creías?

¡Una mierda de ventaja…!

Nada de amor, en el sueño.

Nada de aire, en el sueño.

Nada real a lo que aferrarse.

No sé si me explico.

Todo es sirena y no hay mástil, digamos.

Y dan entonces ganas de reír y de llorar, al mismo tiempo.

(Ojalá vuelvas al inicio y te olvides)

Sé que estoy soñando, decía.

Tú no sabes.

domingo, 12 de febrero de 2017

Tener una mascota hasta que muera.


Ya sabes, me dijo, es como tener una mascota hasta que muera. Yo no sabía a qué se refería así que no entendí si lo que me decía era algo bueno o algo malo. Además, yo ni siquiera tenía una mascota. De todas formas, como su frase contenía la idea de muerte me puse serio y la escuché con mayor atención. Ella, sin embargo, no volvió a decir palabra hasta que se despidió y me abrazó y dijo que me iría bien en el futuro y otras cosas de ese estilo. Fue recién entonces que comprendí que su despedida era algo serio y le dije que esperara. Entonces, confesé que no comprendía sus palabras. ¿Qué es lo que es como tener una mascota hasta que muera?, le pregunté. Ella me explicó entonces que se refería a todo. A la vida entera. Que vivir incluso era algo así como ser mascota para el mundo. Y que nuestra relación, por supuesto, también entraba en ese rango. Yo lo pensé y debo reconocer que en ese entonces no lo hallé tan terrible. Cuidar una mascota, me refiero, hasta que muriera. O sea, no lo encontré terrible hasta que me puse en lugar de la mascota. En eso pensaba cuando ella volvió a hablar. No quiero tener una mascota hasta que muera, dijo entonces. Ojalá comprendas. Y claro, yo hice el esfuerzo por comprender y le devolví el abrazo y nos despedimos. Tuvo bastante estilo si lo pienso ahora, y hasta puede que haya existido, en aquel hecho, un poco de comprensión real. Con el tiempo supe que ella quedó embarazada de un primo que era ingeniero y que tuvo mellizos. Hoy sé que montaron una empresa y que tuvieron dos hijos más. Ella me lo cuenta por mail agregando que estará sola esta semana porque su pareja viajó a algún lado con sus hijos. También me pide que la llame o que le mande mi número de teléfono. Solo entonces, tras leer el mail un par de veces me decido a contestarle, por la misma vía. Tener una mascota hasta que muera, escribo en el asunto. Luego decido enviarlo así, nada más.

sábado, 11 de febrero de 2017

Ella saca fotos y yo las recibo.


Ella saca fotos de la casa y las envía. Al menos veinte fotos. Principalmente el comedor, la cocina o hasta el baño. Ninguna de nuestro dormitorio. Ella, por cierto, no aparece en las fotos. Convengamos, de todas formas que nunca le ha gustado retratarse. No se trata solo de ser fría, o que esté molesta. Es como dar un paso atrás, nada más. Ella es así, digamos.

Por otro lado, acompaña las imágenes, con algunas palabras. Pocas palabras, en todo caso. Las fotos vienen impresas y las palabras escritas a mano. No son muy emotivas, pero de todas formas dice que me espera y que todo está bien. No creo que lo diga por cumplir. Ha hecho cambios en la casa y pregunta si me gustan. Yo no suelo percatarme de los cambios, pero al parecer ha hecho varios. Sobre todo en la cocina. Y claro, ante eso, insiste en preguntarme si me parecen bien. En este sentido, todo puede interpretarse de manera sencilla. Fotos y palabras casuales, me refiero. Aunque claro, yo la conozco desde hace años, y sé que no es así.

Por mi parte -si a alguien le interesa-, no boto sus palabras ni las fotos. Y es que no volveré a casa, es cierto, pero eso no me impide conservarlas. Asimismo, estoy seguro que ella lo sabe, y que lo acepta incluso mejor que yo. De esta forma, mientras lo hablamos, ella saca fotos y yo las recibo. No es un juego ni tampoco un desafío. Las fotos están ahí, para el que quiera verlas.

viernes, 10 de febrero de 2017

Palabras sueltas.


I.

Solo me quedan palabras sueltas.


II.

No hay temas.

No hay ideas.

No hay sensaciones.

Solo palabras sueltas.


III.

Palabras sueltas, decía.

Yo las amarro con nexos para que no suenen mal.

Pero si alguien se fija, poco dicen.

Ojalá alguien viera más allá de lo que dicen.


IV.

Busco qué decir.

Busco qué sentir.

Busco hacia dónde apuntar la vida.

Nada con sabor.

Nada con sangre encuentro.

Todo es piedra.


V.

Una mujer.

Un pulpo.

Una biblioteca demasiado grande.

La culpa no es de nadie.

Es de todos, la culpa.


VI.

Arrojar piedras para no llorar.

Arrojar piedras para no reír.

Arrojar piedras entonces, igual como lanzar palabras.

Escuchar dónde caen.

Escuchar nada.


VII.

Soy el monje de las palabras sueltas.

Soy el monje de las piedras.

No soy maestro ni discípulo.

Si la montaña viene a mí, entonces yo la subo.


VIII.

Jacob golpea el aire.

Job abre las puertas.

Yo me indigno, pero nada ocurre.

El ángel viene y no trae mensaje.


IX.

No sé qué hacer, le digo.

No sé qué decir, le digo.

Ni siquiera sé qué pedir.


X.

¿Te acuerdas lo que era el amor?, dijo el ángel.

Yo no contesté.

¿Recuerdas lo que era el amor?, insistió.

jueves, 9 de febrero de 2017

No sabe o no contesta.


I.

-No sabe.

-¿No sabe?

-Claro: no sabe o no contesta.

-¿Marco esa?

-Claro, ¿te contestó acaso?

-No, pero…

-Entonces está claro: no sabe o no contesta.


II.

-¿Y si le pasó algo?

-¿A quién?

-Ya sabes… a la chica esa.

-No sé de qué estás hablando.

-La chica que no contestó… la de antes…

-La que no contestó o no sabía, querrás decir.

-Pues sí, ella… pero tú sabes que no estaba en condiciones de contestar.

-Pues si hubiese estado en condiciones tampoco podríamos asegurar que hubiese sabido.

-No, pero…

-Pues entonces ya está dicho.

-¿Qué está dicho?

-Todo lo que valía la pena decir sobre ese tema.

-Pero…

-Creo que fui claro.

-Lo sé, es solo que…

-No contestes.

-…

-Mejor no sepas y no contestes. Fin de la historia.


III.

-Voy a volver donde la chica.

-…

-No importa lo que digas. Tengo que volver.

-Haz lo que quieras. No va a contestar de todas formas.

-Nadie contesta, ese no es el punto.

-¿Acaso no vuelves porque no contesta?

-No.

-¿Entonces vuelves porque no sabe?

-Nadie sabe, tampoco.

-¿Estás diciendo que nadie contesta y nadie sabe?

-Así es… llevamos años en esto y ambos lo sabemos.

-Puede ser… pero si es por eso tampoco nadie vuelve.

-Pues ahora vuelvo yo, con eso basta.

-…

-Además ya es tiempo que las cosas cambien.

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