sábado, 25 de febrero de 2017

A veces imagino cosas.


A veces imagino cosas.

Situaciones.

Macrosituaciones, eso sí.

Momentos en que el mundo, por ejemplo, es casi como una manzana.

Menos natural, claro, pero apuntaba aquí al tamaño.

A lo maleable, incluso.

Una bebida gaseosa, de hecho, podría ser mejor ejemplo.

Tamaño individual.

Casi artificial.

Sí… digamos que una bebida gaseosa.

Una cola, para ser preciso.

El mundo como una bebida cola, casi artificial, que cabe en una mano.

Aunque claro… no es eso lo principal que imagino.

En este caso, ya que estamos, lo central es que alguien tiene esa bebida cola.

O mejor aún, una situación concreta:

Digamos que la tiene Dios y que la quiere el Diablo.

Uno con barba blanca, y cachos rojos el otro.

Ambiente usted como guste.

Imagine los detalles, incluso, mientras yo contextualizo.

Millones de años atrás

La Tierra está heladita.

Recién sacada del frigobar de Dios.

Y claro, como Dios en el fondo conoce los componentes secretos.

Y como además tiene el frigobar repleto.

Decide Dios ofrecer un sorbo al Diablo y luego recuperarla para sí.

Recién destapada.

Con la superficie fría y pequeñas burbujas saltando como súbditos fervientes.

Así recibe el Diablo la Tierra y de un pequeño sorbo.

Receloso.

Casi por cumplir.

Ni siquiera calma su sed cuando ya debe devolver la Tierra.

Sin embargo, entre recelo y recelo logra el Diablo una pequeña maldad.

Quitarle el gas a la Tierra.

Entibiarla un poco también, es cierto, pero al menos eso Dios ya se lo esperaba.

En cambio, aquella ausencia pilló a Dios por sorpresa.

A la Tierra se le fue el gas, dijo, decepcionado.

El Diablo sonrió y alejándose unos pasos, dejó a Dios solo para que resolviera el problema.

Y claro, Dios entonces dejó la Tierra ahí, y recordó que tenía el frigobar.

Fingió un poco, ante el Diablo, para que sintiera que su triunfo era algo de importancia.

Luego bebió a escondidas otros líquidos y hasta creó la primera petaca.

La Tierra, mientras tanto, quedó por ahí.

Lo cierto es que poco importa.

Y es que así, simplemente, es como imagino situaciones.

Macrosituaciones, digamos.

Todo sigue igual, sin embargo, antes y después de las palabras.

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