jueves, 16 de febrero de 2017

Comprender lo que pueda comprenderse.


He visto crecer el pasto sobre la tierra.

También he leído a Kant.

Y estoy dispuesto a comprender lo que pueda comprenderse.

El sonido del agua.

El sol sobre la piel.

Y una larga caminata con mi hijo.

No sé hacerlo de otra forma.

Frambuesas.

Papas con eneldo y mantequilla.

Una crema de champiñones con queso de cabra.

A ratos, percussion bitter sweet de Max Roach.

Y claro… alejo la desesperación que ataca siempre tres veces al día.

Defensas burguesas tal vez, pero he intentado de todo.

Sumergirme en agua helada.

Amar si es posible o aunque no lo sea.

Dar todo hasta caer rendido.

Y es que aunque no parezca, yo también he cantado a la revolución.

Pero hoy no es tiempo, claro está, para esas cosas.

Así, frente a la hoja en blanco permanezco tres horas cada día.

Frente a la vida en blanco.

Frente a los otros, incluso.

Dicho esto, me sorprendo que el corazón lata y que el pasto siga creciendo desde la tierra.

Ojalá se entienda que no busco la amargura.

Salgo a caminar en la noche y solo escucho gritos.

Juro que solo escucho gritos.

No sé qué abrazar así que abro otro libro.

Intento ser feliz aunque no sepa.

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