martes, 21 de marzo de 2017

El momento del estornudo.


No es el estornudo en sí. Es más bien el momento del estornudo. Segundos antes, incluso. La pulsión previa, me refiero. Una especie de fuerza que llega desde fuera. Algo así como una posesión. Repentina e inconclusa si se quiere, pero posesión al fin y al cabo. Y claro, el estornudo bien puede entonces ser una especie de exorcismo. Funcionar de esa forma, quiero decir. Un intento de expulsión que no me queda claro si lo hacemos por decisión propia o porque estamos actuando ahora por voluntad de un tercero. Es así como de pronto la cuestión parece transformarse en una pregunta que a priori habríamos desechado por absurda: ¿Quién estornuda cuando estornudamos? Quién está en el impulso, me refiero. Y es que no se trata aquí de aplicar una lógica básica ni de abrir una de esas discusiones sobre asumir o no la responsabilidad de nuestras acciones… Yo me refiero aquí a las sensaciones que nos acompañan. A ese algo que queda siempre un poco innombrado. O al deseo aquel de decir perdone yo no fui… ¿lo han pensado, acaso…? ¿De dónde viene ese deseo de excusarse ante el estornudo? Porque claro… lo intenté evitar, pero algo en mí no pudo dejar de culpar a ese impulso que de seguro venía desde otro sitio. Por lo mismo, aclaraba en un inicio que no se trataba del estornudo en sí. Aunque casi. Es más bien el momento del estornudo. Yo digo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales