sábado, 18 de marzo de 2017

Ella está regando y está molesta.


Ella está regando y está molesta. Yo la observo desde una ventana. No sé por qué está molesta. De todas formas se le nota en la cara y en sus movimientos. Me refiero a que riega de forma brusca y tironea la manguera. Y claro… eso es lo que hace hasta que la manguera se suelta y se separa de la llave de agua. Manguera culiá. Manguera conchetumadre. Eso dice ella. Apenas la escucho, pero su expresión es clara y llego a percibir, desde la ventana, el rumor de sus palabras. Intento no analizar. Me refiero a que Freud estaría excitado analizando el caso, pero yo no tengo –aquí-, emoción alguna. Entonces la observo agacharse. Intenta reubicar la manguera sin cerrar el agua y se salpica de agua. Solo entonces cierra la llave. Tras hacerlo se queda un momento quieta y luego comienza a poner la manguera, lentamente. Algo parece haber cambiado en ella tras haberse mojado un poco. De hecho hasta pareciera que está llorando. Tensa y todo, pero pareciera estar llorando. Entonces, vuelve a ponerse de pie y comienza a regar de nuevo. No es un jardín bonito, aunque tiene muchos maceteros. De esos grandes, con plantas muy crecidas. Algunos de esos son los que riega ahora con una expresión extraña. Ya no sé si decir rabia, como en un inicio. Los riega con tensión, tal vez sería más exacto. Quieta y tensa, aunque acompañada por una lentitud que podría darle un falso aire de calma. Transcurren un par de minutos. Mientras cambia de posición para regar en otro sitio, siento que me mira de reojo. Creo que me ha visto, incluso. Tal vez por eso disimula un poco. No sé su nombre ni ella el mío. Ella está regando y ni siquiera sé ahora si está molesta. Yo sigo siempre en la ventana. 

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