jueves, 23 de marzo de 2017

Esos hombres cansados.


Esos hombres cansados.

Los que están allá, entre los otros.

Cuídate de esos hombres.

¿Los ves…?

Parecen inofensivos.

No asustan.

Pero cuídate.

No son débiles.

Resisten más de lo que crees.

Los secaron.

Les arrebataron todo.

Les dieron un nombre que no era el suyo.

Por eso cuídate.

No tienen nada que perder.

Observa y aprende de los hombres cansados.

Mira sus ojos.

No hay en ellos neones ni soles plásticos.

Su cansancio es tan gris como verdadero.

Su cansancio es humano.

Y no hay debilidad en lo humano.

De hecho, miles de años ha resistido los embates.

Miles de años se ha escondido, lo humano, en los hombres cansados.

Ellos tienen la última reserva.

Ellos la esconden de quienes quieren arrebatarla.

Y es que nada tienen que perder los hombres cansados.

O al menos, nada tienen que perder aquellos cuyo cansancio es verdadero.

Aquellos que cargaron el peso que debía ser cargado, me refiero.

O que cargaron pesos equivocados, pero por caminos verdaderos.

Por lo mismo, si lo piensas, es normal que estén cansados.

Míralos desde acá.

Témeles.

Aprende de ellos.

Guarda silencio y aprende.

Dales el lugar, incluso, para pasar.

Y es que ellos guardan semillas de aquello que te arrebataron.

Déjalos ahí, entre los otros.

Prontamente reconocerás la señal.

Un grito, tal vez.

Se está gestando un grito.

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