jueves, 30 de marzo de 2017

Los últimos serán los penúltimos.


Gabriel apuesta a los caballos todas las semanas.

Su récord son 18 carreras seguidas acertando al que llega último.

Suele sentarse junto a un grupo que hace siempre apuestas extrañas.

Que un jinete se va a caer.

Que un caballo no va a salir.

Y hasta creo que una vez un tipo acertó diciendo que un caballo se cagaba en medio de la pista.

Por supuesto, sus apuestas son ilegales, pero por lo general las llevan a cabo con montos tan bajos que nadie se preocupa demasiado del asunto.

De hecho, de vez en cuando se ve a esos hombres apostando pequeños productos entre sí, o hasta poniendo el sombrero, el cinturón, o hasta unos cuántos cigarros, como prendas en la apuesta.

Y claro, como los he visto varias veces, y hasta de vez en cuando cruzo con ellos algunas palabras, en esta oportunidad me dejan apostarle a uno de los caballos, respecto a que finalizará último.

Así, resultó que elegí mi caballo y casi acerté, ya que por una decisión arbitral el caballo que llegó penúltimo fue penalizado y terminó reemplazando al mío, en la última posición.

-No serán los primeros –dijo entonces Gabriel, el tipo del récord que mencionaba en un inicio.

Yo no entendía  a qué se refería.

-No serán los primeros, pero al menos serán los penúltimos –dijo entonces Gabriel,  totalmente serio.

Yo, algo lento tras la derrota, no fue sino hasta llegar a casa que me di cuenta del sentido de la frase.

Me consuelo pensando, de todas formas, que es probable que haya alguien que entienda todavía después que yo.

Algo es algo.

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