martes, 2 de mayo de 2017

Partir la torta.


Éramos veinte, así que partí la torta en veinte trozos.

Siempre me mandan a mí a partir las tortas.

Dejan los platos a un costado y siempre alguien se ofrece a ayudar.

Quien ayuda, por cierto, simplemente reparte los platos.

Para no confundirme, siempre pide que dispongan y cuenten los platos.

Antes de servir la torta, me refiero.

Si la mesa es grande los extiendo y luego voy sirviendo de uno en uno.

Por lo general, mi cálculo es exacto y el último trozo viene a ocupar el último plato.

Ocurre sin embargo algo extraño cuando sirvo.

Y es que luego de servir a todos siempre sobra un plato.

No piensen que es el mío, ese también lo separo.

No digo nada del asunto, pero observo en silencio y voy fijándome que todos tengan el suyo.

Es decir cuento los comensales, cuento los platos, y todo está bien, salvo que sobra un plato y una porción.

Es un fenómeno extraño y tal vez poco importante, pero es real, y se repite siempre.

He tratado de pensar en un significado, pero no se me ocurre ninguno.

Por lo demás, cuando retiran los platos vuelvo a contar los veinte (en este caso) y nada ocurre.

No creo en lo paranormal.

No creo en el amor como un sentimiento trascendente.

Hoy por hoy ni siquiera sé si creo en dios o en algo similar.

A pesar de todo esto, siempre sobra un plato y una porción de torta.

¿La quiere usted, querido lector? 

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