viernes, 21 de julio de 2017

Perdidos.


Hace muchos años trabajaba en los estadios.

Cortando entradas o cuidando el acceso a ciertas zonas preferenciales.

No pagaban muy bien, pero al menos veíamos el partido.

Luego debíamos esperar hasta el final, para que nos pagaran.

Era en ese momento cuando aprovechábamos de apostar.

Por lo general apostábamos en relación a los chicos perdidos.

Y es que ocurría que siempre, al final de un partido, quedaba algún niño cuyo papá olvidó.

Luego llegaba hasta nuestro grupo, que éramos los últimos en el estadio.

Entonces había que pedirle los datos y –aunque fuese por cumplir-, dar el aviso por altavoz.

Casi siempre, el papá volvía media hora después, a buscarlo.

No sé por qué, pero acostumbraba ganar en esas apuestas.

No se trataba solo de decir un número sino de rasgos específicos.

Por ejemplo, decir que el niño se llamará Miguel, o que habrá sido olvidado en la galería norte.

Así, poco a poco fui acertando más de lo debido.

Acerté por ejemplo en que un niño iba a tener una mancha de nacimiento en el rostro y que otro iba a estar escondido bajo los asientos de marquesina.

Recuerdo que esa vez el asunto llegó a oídos del administrador general, quien comenzó a apostar, desde entonces.

Con todo, era una situación que se fue tornando angustiante, pues adivinar esas cosas me traía siempre malas sensaciones.

De hecho, ninguno de los que apostaba lo hacía con un buen ánimo.

Además, el niño que aparecía solía estar llorando o pasando un mal rato.

Ocurrió así que dejamos de hacerlo, aunque en lo personal, solía pensar siempre qué sucedería.

Sentía casi como si yo mismo hubiese creado esas situaciones.

La última vez, sin embargo, ocurrió al revés.

Llegó un papá a preguntar por su hijo, pero el niño no se encontraba en ningún lado.

Yo supe que el niño estaba muerto desde que vi aparecer al padre.

No lo dije, pero todos los otros me miraron.

Encontraron el cuerpo esa misma noche, luego que nos hubiésemos ido.

Sé que el niño tenía un trozo de vidrio azul enterrado en su mano.

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