martes, 4 de julio de 2017

Se lo quiso decir, pero no pudo.


Se lo quiso decir, pero no pudo. Lo citó a unas cuadras del trabajo y esperó el momento. Días y días esperó  el momento y finalmente dejó a las cosas hablar por sí sola. La naturaleza incluso, hablando por sí sola. Pero claro… olvidó que la naturaleza suele ser el más estricto de los jueces. El más estricto y el más cruel, se dijo, como para convencerse. Lamentablemente, debió reconocer después, el momento no llegó nunca.  No supo explicar por qué, pero eso era sin duda lo que había pasado. Alguien se apiadó, nos dijo entonces, como entendiendo. Alguien se apagó poco a poco pues las llamas no tuvieron, de pronto, más combustible para seguir vivas. Pero claro, lo quiso decir de una forma más directa, pero no pudo. La naturaleza, incluso, no solía ser lo suficientemente directa y terminaba disfrazando su propio discurso. Y es que alguien debía hablar, pero no hablaba. Alguien debía intentar explicar, pero todo parecía extrañamente inexplicable. El sonido del reloj. Las sombras a partir del mediodía. Y claro… todos parecían evadir la responsabilidad. Nadie quería ser el portavoz de la noticia. Si hasta la naturaleza aguardaba agazapada tras la apariencia de las cosas. Y es que se lo quiso decir, pero no pudo. Habría que esperar, en definitiva. En silencio esperar y luego ya no habría necesidad de mensaje alguno. El fin tiene esas ventajas, digamos. Esa única ventaja, se dijo. Nada más.

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