domingo, 13 de agosto de 2017

Compartir el baño.

“Están aquellos que se bañan y aquellos que son limpios”
R. W. F.

Ella se ducha dos veces al día. Al despertar y al acostarse. Está largo tiempo en el baño por lo que él suele dormir –o dormitar al menos-, mientras ella lo ocupa. Además, él no se baña en las mañanas. Por lo mismo, calcula levantarse en el momento preciso en que ella sale del lugar y solo entonces entra al baño por algunos minutos. En la mañana él se lava los dientes y se rasura. Luego ambos salen juntos al trabajo. Por las noches él se ducha y suele mirarse largo rato en el espejo, mientras ella se mete en la cama. A veces, cuando él se demora mucho, en la noche, ella ya se ha dormido. Es casi como un acuerdo. Cuando él se demora más pareciera emitir una señal para que ella duerma. Posteriormente él sale, se prepara un café y se queda leyendo un par de horas. La ducha le sirve para renovar energía luego de dormitar mientras ella se ducha. Mientras lee, igualmente, ella duerme. Por lo mismo, parece lógico que ella se despierte antes y ocupe primero el baño, mientras él dormita. Ella suele estar una hora en el baño, cada mañana. Él, desde la cama, escucha correr el agua cerca de diez minutos y luego escucha el secador de pelo. Tras esto, ella está media hora en el baño y luego sale –todavía envuelta en la toalla-, para que él entre. Él no sabe qué hace ella en esa media hora. Tampoco se lo ha preguntado. Es posible que en unos años compren un departamento más grande, con un baño extra. Tal vez incluso, si tiene más cuartos, dejen de compartir dormitorio. Deben hablarlo, en todo caso, para no ofender al otro. Es solo cuestión de comodidad, no de afecto, dirá él. Ella también dirá lo mismo. Ambos pensarán que son sinceros. 

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