sábado, 12 de agosto de 2017

No robar, sino esconder.

"-Ya sabes -nos dijo-, 
piensen en el grano de mostaza"

No robar sino esconder. Otra técnica a tener en cuenta. No robar de inmediato, me refiero. La idea en el fondo es sencilla y no muy novedosa. De hecho, de vez en cuando sale en algún relato o película de esas en que hay que ir descubriendo cómo se ha realizado cierto robo. Y claro, todos los que intentan descubrirlo fallan porque, en primer lugar, el robo ni siquiera se ha hecho. Por ejemplo, puede ocurrir de la siguiente forma: la investigación de un gran robo en una exhibición de joyas. En ese caso, la policía y los investigadores llegan hasta el lugar porque han desaparecido los elementos de valor sin que sonaran las alarmas más sofisticadas. Así, tras comenzar a aventurar hipótesis y sospechosos, se termina por desconectar las alarmas y descuidar el lugar, momento en que se revela que el robo no se había realizado sino que las joyas estaban a pocos centímetros de su exhibición original, en espera de este nuevo momento, para -ahora sí-, ser robadas. Es decir: no robar sino esconder, como técnica. Y luego robar, cuando ya se ha dado todo por perdido. Una técnica que valiosa que bien podría utilizarse de otra forma y en circunstancias totalmente opuestas. Para dar algo por ejemplo. Para entregar algo a quien no quiere recibirlo. Moralejas, por ejemplo. Que parezca que el texto está vacío. Que no hay afecto en ningún sitio. Eso, digamos, es lo que he venido practicando. Pero claro, cuando menos lo esperan ha de llegar un abrazo. Una mirada. O una voz que diga simplemente que nada ha cambiado. Que soy el mismo. Que esto siempre ha sido –aunque no lo parezca-, para ustedes. 

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