miércoles, 29 de noviembre de 2017

A su debido tiempo.

“Quien no puede morir a su debido tiempo
perece a destiempo”
B. Ch. Y.

Hicimos el experimento. Una máquina que entregaba dinero. Un billete, digamos, cada cierta cantidad de minutos. Entonces un hombre lo descubre y se queda esperando a un costado. Y es que no es desdeñable para el hombre ese dinero. Por otra parte, el hombre no sabe si la máquina volverá a arrojar otro. Por lo mismo espera. Cuando ya está a punto de partir la máquina arroja otro billete. Y claro, lo mismo sucede cerca de diez veces. El hombre entonces saca su celular y hace un llamado para cancelar un compromiso. No hace grandes cálculos, solo lo cancela. Por otro lado, el hombre no es sincero. Me refiero a que no explica la razón de la cancelación sino que hace referencia a un problema, sin entrar en detalles. Un problema no muy grave, dice incluso, para no preocupar. No obstante, mientras pasa el tiempo, el hombre comienza a cuestionarse sobre el límite de todo eso. Nos referimos, con esto, tanto al tiempo máximo que estaría dispuesto el hombre a permanecer ahí,  como a los cuestionamientos que el mismo hombre hace respecto a la cantidad de billetes que podría contener aún aquella máquina. Sea cuál sea el caso, lo cierto es que el hombre parece descartar el quedarse toda la noche, junto a la máquina. O eso es lo que declara al menos cuando ya a oscuras nos acercamos hasta él a contarle del experimento. Entonces es cuando anotamos los datos y les damos, de paso, algo de comer. Por último, justo cuando se hacen evidentes los primeros efectos de los alimentos que les entregamos, confesamos abiertamente que el objetivo del experimento dice relación con el morir a su debido tiempo. Nunca sin embargo, hasta ahora, hemos podido terminar de dar una explicación detallada de la relación existente entre lo realizado y el objetivo real de nuestro experimento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales