miércoles, 22 de noviembre de 2017

La profundidad en sí.


-No es lo mismo un reloj resistente al agua que uno sumergible –dijo T., visiblemente orgulloso, mientras mostraba su compra-. Ya sabes… este puede llegar hasta setenta metros bajo el agua...

-¿Y para qué mierda sirve eso? –preguntó F.

-Pues justamente para eso… -siguió T., algo molesto-, para llegar hasta setenta metros de profundidad sin que el reloj se dañe…

-¿Y por qué tendría que dañarlo la profundidad…? –insistió F.

-No lo daña la profundidad –explicó T.-, sino la presión que existe bajo el agua… El punto acá es que se trata de una máquina mejor elaborada que un simple reloj resistente al agua.

-Pues yo tengo uno resistente al agua y supongo que con ese me basta… -dijo F.-. Lo he usado en la piscina, en la playa… nunca ha fallado…

-Pues no es mejor porque no haya fallado –afirmó T.-, ni siquiera podríamos considerarlo igual… De hecho, es probable que el tuyo se rompiera incluso antes de llegar a esa profundidad…

-¿Y sabes acaso qué porcentaje de la población ha estado o va a estar alguna vez a setenta metros bajo el agua? –preguntó F.

-Ese no es el punto –dijo T.-. No has entendido nada…

-¿La profundidad no es el punto? –lo interrumpió F.

-No. No lo es. La profundidad en sí no es el punto –respondió T., tajante.

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