sábado, 2 de diciembre de 2017

Perros para la ropa.


La situación no era grave, pero sí extraña. Ya sabes, me refiero a lo de la señora Patricia y su obsesión con los perros para colgar la ropa. Dicen que llegó a tener decenas de miles. ¿Te acuerdas…? Mes a mes gastaba parte de su pensión en esas cosas. Al menos un paquete en la feria siempre que iba los fines de semana.  Preferentemente de madera, aunque también le encontraron plásticos y hasta unos pocos de vidrio, según contaron. Tal vez recuerdes que fuiste tú una de las primeras en darse cuenta. Los demás simplemente la saludábamos e intercambiábamos algunas palabras. Tú, en cambio, siempre te fijabas un poco más en esas cosas. De hecho, yo estaba contigo cuando le preguntaste por qué siempre compraba esos artículos. Estos días he tratado de recordar ese momento. Ella sonrió y te dijo que también compraba siempre lechuga y, cuando había, manzanas verdes. Son cosas que a una le gustan, te dijo, y yo me sentí algo incómodo pues pensé que la señora Patricia ya estaba mayor y no valía la pena molestarla con esas cosas. Déjala con sus perros de ropa, te dije esa vez y tú lo hiciste. Lamentablemente, el rumor comenzó a correr y luego ya todos los vecinos hablaban a espaldas de la señora Patricia diciendo que estaba senil… que se gastaba toda su pensión en perros para la ropa y descuidaba su alimentación y no se compraba sus remedios. Fue una exageración, por supuesto, pero nadie se preocupó de aclararlo. Por el contrario, supongo que encontramos razonable que unos visitadores sociales llegasen a verla y que, meses después, se la llevaran para ser internada en una institución donde ya le perdimos el rastro. Esa vez, también, fue hasta la casa una sobrina de la señora Patricia, esa que la visitaba siempre después de año nuevo. Tú ya no vivías conmigo en ese entonces, pero creo que te conté cómo llenaron sacos con perros de ropa y los dejaron fuera de su casa. Yo mismo rescaté unos pocos y me los llevé a casa, como si fueran un souvenir. Lo mismo hicimos todos, en todo caso. Supongo que fue nuestra manera de rendirle homenaje a la señora Patricia, pues de alguna manera supongo que todos nos sentimos culpables de lo que le ocurría. Me refiero a que eran al menos diez o doce sacos, pero… ¿qué mal le hacía al mundo el que ella tuviese esos perros de ropa…? No te había dicho ella misma que se trataba simplemente de cosas que le gustaban, como las lechugas y las manzanas verdes. El otro día mientras iba a la feria pensaba en eso. En las cosas que a mí me gustan. Me refiero a que no compré de memoria ni guiado por ofertas sino que me dediqué a buscar cosas que me gustaran. Al final, aunque no creas, no me decidí por nada. Y claro recordé que en aquel entonces, contigo, al menos compraba cosas que te gustaban a ti. Frutillas y paltas, por ejemplo, que eran las cosas que además tú cargabas. ¿Todavía te gustan…? ¿Te acuerdas, por otro lado, qué me gustaba a mí? Puede ser extraño, pero lo cierto es que a esas cosas le doy vuelta estos días… Supongo que tiene que ver con ponerse viejo… Nada grave, supongo, aunque tal vez sea extraño darle vueltas y vueltas a estos recuerdos. Nada dañino, me refiero, pero sí extraño. Así se me pasa la vida, después de todo. Espero que no sea peligroso.

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