sábado, 9 de diciembre de 2017

Un semáforo donde cuelga un ahorcado.


I.

Porque tienen miedo los que llegan a esa esquina, ven un semáforo donde cuelga un ahorcado.

Se detienen ante él y fingen que no sienten el hedor a carne muerta.

Los niños se cuelgan de las piernas y se ensucian la ropa con fluidos.

Los que huyen de la verdad desoyen las palabras y prefieren no entenderlas.


II.

La ciudad está llena de ahorcados.

Pero está más llena aún de los que prefieren no observarlos.

Incluso los disfrazan, a veces, por temor a la tristeza.

En los cuerpos de los niños cuelgan adornos navideños.

En los cuerpos más firmes clavan carteles con rebajas.


III.

Los más viejos descuelgan a los muertos por las noches.

Desinfectan la ciudad y si hay tiempo queman los cadáveres.

El olor a carne muerta se esparce así por cada calle.

Los perros se pelean por los restos enseñándose sus dientes.


IV.

A veces los ahorcados tienen el rostro de tus padres.

O de los hombres que forjaron aquello en qué creías.

Nadie lo menciona, pero tú no olvidas esos rostros y el miedo te enceguece.

Y porque tienes miedo, ves un semáforo donde cuelga un ahorcado.

Justo entonces, sin motivo, unos niños se cuelgan de tus piernas. 

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