viernes, 2 de febrero de 2018

Ambición.


I.

Ella se fue de su lado diciendo que él no tenía ambiciones.

Él, por su parte, reconoció que era cierto.

Ni siquiera esa ambición tengo, me dijo.

Ni siquiera la de tener razón.


II.

Tiempo después ambos se encontraron, durante un matrimonio.

Ella estaba en compañía de un hombre que usaba una corbata ancha.

Ambos se saludaron a distancia, pero no intercambiaron más de dos o tres palabras.

Esa misma noche el hombre de la corbata ancha le habló a ella del viaje.

Ella se alegró, pero finalmente comprendió que no estaba invitada.


III.

Él estuvo solo durante tres años y luego conoció a una mujer que tocaba clarinete.

Ella, en tanto, tuvo un par de romances y un accidente que creyó la iba a hacer cambiar.

Finalmente, sin embargo, ella no cambiaría y él dejaría a la mujer que tocaba el clarinete.

Poco antes, ella le escribió un mail donde le contaba del accidente y del posible cambio.

Él, en tanto, le confesó que nunca le había gustado cómo sonaba el clarinete.


IV.

Cuando ella estaba sola acostumbraba pensar en él.

De hecho, consideraba seriamente la posibilidad de establecer contacto, nuevamente.

No obstante, fueron pocas las ocasiones en que ella estuvo sola, por lo que aquello pensamientos nunca llegaron a la acción.

Él, en cambio, pensaba en ella todo el tiempo, aunque nunca consideró seriamente la posibilidad de volver a establecer contacto.

Por otro lado, lo que pensaban del contacto, del amor y hasta de la ambición, eran cosas totalmente diferentes.

Por lo mismo, podría concluir diciendo que no hay en esta historia mucho que lamentar.

Pero eso, claro está, no sería cierto.

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