lunes, 5 de febrero de 2018

Una puerta al revés.


Nos equivocamos y pusimos la puerta al revés. No fue tan grave, solo que se abre para el otro lado. Yo me reí y no le di importancia, pero ella insistió en que la cambiáramos de inmediato. Para comprender la premura le pedí argumentos. Entonces me explicó un par de cosas no muy importantes y que ni siquiera me parecieron lógicas. Por lo mismo, le pregunté si hablaba en serio. Ella se molestó y dijo que nunca tomaba en serio sus argumentos. Para entender su postura le pedí nuevamente algunas razones. Es decir, argumentos que demostraran que no me tomo en serio sus argumentos. Ella me miró y no dijo nada aunque los ojos se le llenaron de lágrimas y la vi empuñar sus manos. Segundos después resultó que se había encerrado, tras la puerta que habíamos puesto al revés, y hasta había puesto llave. Pensé que era mejor no hablarle durante algunos minutos. Así lo hice. Unas horas después, noté que no se escuchaban ruidos tras la puerta así que pensé que se había dormido. De hecho, eso fue lo que le pregunté, cuando volví a hablarle. Ella contestó que no, secamente. Dejé pasar otros minutos y luego le pregunté hasta qué hora pensaba estar encerrada. Ella dejó pasar unos segundos y luego dijo que me equivocaba, que el que estaba encerrado era yo, realmente. Yo miré en torno y analicé la situación. ¿Quieres algún argumento?, preguntó ella. Yo le dije que sí, que quería un par si era posible, un poco por joderla. Pero ella no supo darlos.

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