sábado, 19 de mayo de 2018

Cerámica.

"Modifique las frases, si quiere, 
para que signifiquen algo.
O para que no signifiquen nada.
Como usted prefiera."
P. K. D.

Él trabajaba reparando piezas de cerámica. O más bien diseñando estas piezas falsamente dañadas. Se trataba de usar una técnica japonesa que consistía en reparar la cerámica con una pasta a la que se le solía agregar oro o algún otro metal noble. Es decir, buscando resaltar las uniones en vez de ocultarlas. Existía una filosofía tras aquello, por supuesto, pero para él se trataba simplemente de un trabajo. Y no le gustaba mentir sobre aquello. Por esto, a quien le preguntaba, él le contaba sin reparos que se trataba de piezas que él mismo había roto, y que había unido luego, preocupándose de realizar, ante todo, un buen trabajo. Por otro lado, cuando llegaba alguien que pretendía filosofar sobre aquello, y salían a relucir las palabras huella, historia, transformación y hasta daño, él era enfático en señalar que nada de aquello había en sus productos, y que todo se limitaba a una serie de productos importados, un martillo y las herramientas necesarias para su unión y posterior pulido. Esa es toda la historia, decía. No hay huellas, ni experiencia ni transformación más que la ejercida por el martillo. Y respecto al daño, continuaba, yo lo considero como un daño falso… el verdadero daño no se busca… no se hace con el fin de repararlo… Quienes lo escuchaban no solían discutir. Además el precio era bastante bajo. Yo nunca le compré, pero era por cuestión de principios. No existe un daño verdadero y uno falso.

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