domingo, 6 de mayo de 2018

No hay hormiguero.


No había hormiguero.

Era un mito.

Seguí la fila de hormigas y pude comprobarlo con hechos.

A veces se perdía en la tierra, es cierto, pero la fila seguía más allá.

Pedí permisos e ingresé a otras casas para seguir la fila.

Cuando no me aceptaron o el acceso era difícil, las seguí con drones.

No había hormiguero.

Solo una gran fila.

Kilómetros de una gran fila.

Ni siquiera un cruce.

Todo era una gran línea.

Con desvíos, curvas extrañas y pequeñas desapariciones bajo tierra, pero una línea finalmente.

Busqué información al respecto y encontré más de algún autor que hablaba de lo mismo.

Un científico polaco, por ejemplo, documentó una línea que atravesaba Varsovia y que se extendía por al menos 112 kilómetros.

También un grupo de estudiantes mexicanos había logrado hacerlo y descubrió un gran circuito.

Una serpiente de hormigas que se muerde la cola, decía su artículo.

Supuestos hormigueros cada cierta distancia, pero que funcionaban más bien como hostales de paso.

Una sola línea, planteaban todos.

Seguí entonces con mi investigación y ratifiqué que era cierto.

No hay extremos en esa línea.

Me refiero a que  prosigue hacia ambos lados, aunque por momentos creamos que la línea se acaba en nuestro azucarero y regresan por ella.

No regresan por ella.

Crean otra línea.

En principio paralela, y eso nos confunde, pero luego se separa.

Saqué fotos, hice videos y organicé unos apuntes.

Esa misma noche miré el cielo y comprendí otras cosas.

O sea, descubrí lo mismo, pero en otro soporte.

Con todo, no me pareció extraño.

Lo verdaderamente extraño es que nada cambie si sabemos esto.

Eso es, en definitiva, lo más extraño.

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